martes, 10 de noviembre de 2009

1877-EL HOMBRE SIN CUERPO- Edward Page Mitchell


He aquí uno de tantos casos en los que el autor de relatos cortos sufre un injusto olvido, eclipsado por sus "hermanos mayores", los novelistas. Edward Page Mitchell cursó estudios de medicina, pero descubrió su verdadera vocación en el periodismo, llegando a ser uno de los escritores más populares del diario neoyorquino The Sun, el principal periódico del país, del que llegaría a convertirse en editor en 1903 y en el que trabajaría durante nada menos que cuarenta y siete años.

Mitchell no respondía al arquetipo de escritor maldito. Fue muy popular, pero nunca buscó un reconocimiento intelectual por parte de sus colegas del que, por otra parte, podría haber disfrutado. Tuvo una vida feliz, dos matrimonios satisfactorios (su primera mujer falleció), crió cinco hijos, desarrolló una buena carrera profesional e incluso fundó un nuevo pueblo, Glen Ridge. Sin embargo, una vez falleció en 1927, nadie pareció acordarse ya de él. Sus crecientes responsabilidades en el periódico le habían ido apartando de la escritura, toda su obra apareció de forma anónima en periódicos y no fue publicada como libro. Así que no es de extrañar que Mitchell vegetara en el limbo durante décadas. Pero en 1973, la publicación de una antología de sus historias despertó el interés por su obra entre los aficionados quienes reconocieron su papel de pionero en el género de la CF.



Mitchell fue durante toda su vida un estudioso del ocultismo y el mundo de lo sobrenatural, afición que se reflejó en varios de sus relatos. De hecho, el cuento que le hizo merecedor de un puesto en el New York Sun fue precisamente uno de fantasmas, "Back from that Bourne", escrito como si fuera una noticia auténtica. Varias de sus colaboraciones periodísticas fueron investigaciones de encantamientos y apariciones que, según él mismo determinó, tenían una explicación perfectamente racional.

Pero lo que más nos interesa aquí tiene que ver con sus incursiones en el mundo de la CF. Quizá su primera toma de contacto con el género fuera a través de Edward Everett Hale, uno de los pioneros de la CF y del que ya hablamos en una entrada anterior. Fue su mentor en sus primeros escarceos con el oficio para el Daily Advertiser, de Boston y en los años siguientes, a partir de 1874, escribió una notable cantidad de historias cortas que fueron viendo la luz anónimamente en periódicos, redactadas como si de noticias auténticas se trataran -tal y como dictaba el estilo periodístico de la época-.

Por desgracia, Mitchell, sigue siendo virtualmente desconocido en España, donde actualmente tan sólo se pueden encontrar historias sueltas publicadas en un par de antologías de relatos de CF. Es posible, sin embargo, descargarse de internet el libro que en 1977 publicara la editorial argentina Andrómeda, “El Hombre de Cristal”, recopilando ocho historias que originalmente fueron publicadas en The Sun entre 1877 y 1883 y que gloso brevemente a continuación.

- El taxipompo (1874) es un relato satírico sobre el obsesivo y cerrado mundo de los matemáticos y en el que el humor es la base tanto del estilo como del fondo. Un mediocre estudiante aspira a conseguir la mano de la hija del erudito matemático, Abscissa Surd, pero para ello deberá resolver el desafío que su futuro suegro le plantea: resolver el problema aparentemente insoluble de cómo viajar a más velocidad que la luz.

- El espectroscopio del alma (1875) es una divertidísima relación de los enloquecidos experimentos llevados a cabo por el profesor Dummkopf, entre ellos la fotografía de los olores ("imaginé el otro día que había obtenido un nítido negativo del aroma de un humeante guiso de cebollas y la idea me ha dado ánimos desde entonces"), el envasado del sonido en botellas ("no creo que las botellas comunes pudieran contener la música de Wagner. Sería necesario usar garrafones") o el espectroscopio del alma ("Basta de matrimonios desgraciados. La novia me traerá a su voluble pretendiente antes de aceptar o rechazar su proposición, y yo le diré si su espectro exhibe las características del amor puro, la constancia y la ternura, o las de la sórdida avaricia, el afecto vacilante y la futura crueldad").

- El hombre sin cuerpo (1877) recupera de nuevo al excéntrico profesor Dummkopf -o, mejor dicho, su cabeza- en otra hilarante historia en la que se plantea la posibilidad de transmisión de materia a través del cable, como si fuera un teléfono.

- El hombre más capaz del mundo (1879) nos presenta el primer ciborg de la CF, un ruso al que se le ha injertado un cerebro mecánico con una precisa y fría inteligencia artificial y que deslumbra al mundo con sus dotes para la política y la diplomacia. Cuando un jugador de póker americano descubre el secreto, se da cuenta de que el fin último de esa fusión de hombre y máquina es convertirse en el ser más poderoso del mundo.

- La hija del senador (1879): quizá el mejor relato de la compilación. Situada en el futuro de Mitchell (esto es, 1937), aventura descubrimientos que entonces eran casi fantasía: transporte por tubos neumáticos, calefacción eléctrica, pastillas concentradas que sustituyen a la comida, retransmisiones internacionales instantáneas, técnicas criogénicas... por no hablar de predicciones sociales como el voto femenino, una guerra entre Estados Unidos y China (ganando esta última), congresistas americanos de raza oriental y matrimonios interraciales.

- El hombre de cristal (1881) es un claro antecesor de "El Hombre Invisible", de H.G.Wells, que se publicaría diecisiete años después. Como los otros relatos, la influencia de Edgar Allan Poe es manifiesta en el planteamiento de un misterio, el de un hombre que ha alcanzado la invisibilidad gracias a investigaciones científicas pero que se ve incapaz de revertir a su estado normal. Como le sucedería al personaje de Wells, el desequilibrio mental que ello supone unido al rechazo de la mujer que ama, lo precipita a la tragedia.

- El reloj que retrocedía (1881): una máquina del tiempo, de nuevo precediendo a Wells. Un reloj construido en el siglo XVI transporta a dos jóvenes del siglo XIX a la holandesa Leyden en los últimos momentos del asedio de los españoles dándoles la oportunidad de participar en un momento clave de la historia de la ciudad.

- El árbol-globo (1886) narra la búsqueda y encuentro en la selva de dos exploradores con una nueva especie vegetal, un árbol inteligente capaz no sólo de moverse, sino de sentir y pensar.

Estas son sólo ocho de las treinta historias con que contaba la edición original norteamericana. En ellas nos encontramos con un autor que imaginó el primer ciborg, el primer hombre invisible, la primera máquina del tiempo, la primera técnica criogénica y el primer alienígena amistoso de la historia de la literatura por mencionar sólo algunas cosas. En otras historias no incluidas en esta selección imaginó la existencia de mutantes con poderes ("Old Squids and Little Speller") o el intercambio de mentes ("Exchanging Their Souls"). Algunos estudiosos opinan que no sólo se anticipó a H.G. Wells, sino que éste -en una época en la que los periódicos de uno y otro lado del Atlántico copiaban sin reparos historias aparecidas en la competencia y donde los derechos de autor no existían- tomó de Mitchell (que, no lo olvidemos, publicaba sus trabajos anónimamente) muchas de las ideas que servirían de base para sus libros más famosos y con los que alcanzaría el estatus de maestro de la CF.

Sea así o no, lo cierto es que sus historias son sumamente interesantes desde el punto de vista de la perspectiva histórica, al tiempo que perfectamente legibles en la actualidad. Su estilo es limpio, ágil y elegante, a menudo inteligente y con frecuentes cuñas humorísticas. Pero por encima de esas virtudes, los cuentos de Mitchell sacan a colación las profundas implicaciones filosóficas de su época, un tiempo en el que el avance científico y tecnológico abría nuevas e insospechadas posibilidades. Preguntas que casi siglo y medio después siguen sin respuesta.


Aquí podreis encontrar las referencias de las antologías en español con historias del autor.


domingo, 8 de noviembre de 2009

1876- UCRONÍA (LA UTOPÍA EN LA HISTORIA) - Charles Renouvier

Como vimos en la entrada anterior, la extrapolación optimista del futuro fue muy común a finales del siglo XIX. Una desviación de esas especulaciones futuristas fue la creación de novelas sobre lo que podría haber sucedido si el pasado se hubiera desarrollado de otra forma, un género hoy muy popular que se conoce como “Historia Alternativa”. Charles Renouvier escribió uno de los primeros ejemplos en esta obra cuyo título completo es “Ucronía (Utopía en la Historia), un apunte histórico apócrifo sobre el desarrollo de la civilización europea no como fue sino como podría haber sido”.

Renouvier fue un influyente filósofo francés cuya principal aportación fue la formulación de un sistema ideológico completo a partir del pensamiento de Kant. No vamos a profundizar demasiado en el farragoso campo del pensamiento filosófico del siglo XIX. Lo que nos atañe a nosotros es el ámbito de la ciencia ficción y el papel de Renouvier en ella. Y su contribución más importante fue bautizar todo un subgénero con el título de este libro aun cuando no fue el primero en explorarlo (recordemos "Napoleón ou la conquête du Monde").

Ucronía es una palabra que funde otras dos: utopía y cronos (tiempo) y según la Real Academia de la Lengua su definición es «la utopía aplicada a la historia; historia reconstruida lógicamente de tal modo que habría podido ser y no ha sido». El término fue inventado por Renouvier, no en esta novela, sino en un artículo que publicó en 1857 y que acabaría dando origen unos años después al libro que comentamos.



En resumen y para los no iniciados, una ucronía supone que, en un momento clave determinado, la Historia de nuestra línea temporal sufre una modificación que la hará discurrir por un camino distinto al que nosotros conocemos. Se ha creado, por lo tanto, un mundo imaginario. Se trata de un subgénero bien determinado pero cuya adscripción resulta confusa, siendo reclamada tanto por la Ciencia Ficción como por la Fantasía. Al fin y al cabo, ambas siguen un mismo principio creativo: la búsqueda de mundos posibles.




Hemos hablado de momentos clave, de puntos de inflexión históricos. Se les conoce como puntos Jumbar y suelen ser acontecimientos lo suficientemente importantes como para que, de no haber tenido lugar, todo el futuro a partir de ese punto discurriría por un camino diferente. El punto Jumbar (o punto bisagra) elegido por Renouvier es harto sugerente: antes de morir, el emperador romano Marco Aurelio dispone que su sucesor sea el filósofo Avidio Casio. El reinado de este último lleva a un florecimiento de las artes y las ciencias que impedirá la expansión del cristianismo en el este, ya que Constantino no decretará que el cristianismo sea la religión oficial. Las guerras de religión, la Inquisición... nunca se producirán, dando lugar a un temprano estado laico o multiconfesional.

A partir de esta obra, este subgénero de la CF experimentará un impulso notable: los autores se lanzarán a imaginar mundos en los que Colón nunca emprendió su viaje a las Indias, donde la Segunda Guerra Mundial vio el triunfo del Tercer Reich, donde Francia es una monarquía constitucional o la Inglaterra Victoriana detiene la revolución industrial y el vapor se consolida como tecnología que mueve el mundo. Revisaremos algunos de ellos en futuras entradas de este blog.

Por desgracia, no he conseguido encontrar una edición reciente de esta obra en nuestro idioma. Fue traducida al español por Jose Ferrater Mora en 1945 y editada por Losada. No existen problemas para encontrarla en inglés o francés en diversas web de librerías por internet.

jueves, 5 de noviembre de 2009

1872- LA NOVELA DEL SIGLO VENIDERO - Mór Jókai


Hubo un marcado tono optimista en muchas obras de mediados y finales del siglo XIX. El húngaro Mór Jókai fue un escritor cuya popularidad fue enorme a pesar de que los críticos supuestamente serios albergaban reservas sobre su calidad estética. Dio igual: Jókai se convirtió en el autor más importante de su país y el único conocido en el extranjero. Escritor precoz -a los nueve años publicó su primera poesía y a los veintiuno su primera novela-, era una persona de carácter suave y agradable cuyo optimismo contrastaba con los difíciles momentos que atravesaba su patria (levantamientos revolucionarios, guerras...)

Su obra es extensa (unos ciento diez volúmenes de novelas, dramas y cuentos) y destaca por su inclinación hacia lo heróico, lo insólito y lo mágico que se ocultaba en los rincones de la historia. Sus novelas recorrían los cinco continentes y la línea temporal tanto hacia adelante como hacia atrás. Precisamente, entre su bibliografía se cuentan varias historias curiosas de CF, especialmente esta, "La novela del siglo venidero", una historia futurista de corte positivista en la que juegan un papel fundamental las nuevas tecnologías alimentadas por una nueva sustancia llamada “icor”, una especie de sustancia cristalina flexible e irrompible.

A pesar de estar demasiado anclada en un estilo, el del Romanticismo, que hoy resulta algo envejecido, los dos volúmenes de este gran relato incluyen pasajes casi proféticos, como el advenimiento de la aviación, impulsada por la electricidad. Anticipándose en década y media a Julio Verne y su "Robur el Conquistador", Jókai previó el potencial de esa tecnología como arma letal, siendo el primer escritor que describió una batalla aérea. Otra de sus visiones fue el estallido de una revolución en Rusia y el posterior establecimiento de un estado totalitario. Hasta tal punto se acercó a lo que luego sucedería que el libro fue prohibido en Hungría durante los años de dominio comunista por su descarnada y crítica aproximación a lo que, a la postre, se acabaría convirtiendo en realidad.

El carácter fantástico de la novela se agiganta a medida que se interna en el futuro. Los pueblos de la tierra llegan después de una guerra a la paz mundial y la prosperidad y de ahí a la colonización del sistema solar. La ocurrencia más colosal de Jókai es la llegada de un cometa al sistema solar. Tras destruir los anillos de Saturno, amenaza con devastar la Tierra y acaba proporcionando a la Luna una atmósfera antes de pasar a incorporarse al resto del Sistema Solar como nuevo planetoide.