jueves, 10 de julio de 2014

2004- BATTLESTAR GALACTICA (3)


(Viene de la entrada anterior)

El renacimiento de BSG bajo un formato de serial con un final concreto que cerraba definitivamente la historia , significaba que se podría poner más atención en la caracterización y la definición de las relaciones ente humanos y Cylones o en los conflictos políticos y personales entre los militares y el gobierno civil humanos, en lugar de limitarse a una historia eternamente estática como en la franquicia de Star Trek. Ofreciendo líneas narrativas y personajes entrelazados, se lanzaron posteriormente spin-offs como “Razor” (2007) o “El Plan” (2009) –de los cuales hablaremos al final- o webisodios en los que se ampliaba y completaba la historia principal narrada en la serie madre. BSG se ajustaba así a la tendencia de la televisión contemporánea de no apoyarse exclusivamente en el episodio de la semana, sino construir un suspense narrativo y una lealtad de los fans a través de la ampliación de ese particular universo en una multiplicidad de formatos (TV, Internet, comics, DVD). Otras series del momento, como “Héroes” o “Perdidos” siguieron también esta tendencia a la complejidad narrativa (la primera también contó con series de comic books y webisodios), alimentando sus estatus de programas postmodernos y de culto.


Por todas estas razones y más que comentaremos después, BSG se convirtió en una de las series de CF más influyentes y seguidas de los últimos treinta años. Lo que se narró en el curso de las cuatro temporadas, setenta y cinco episodios y dos telefilmes que siguieron fue una saga madura, inteligente y absorbente que estudiaba en un marco de ciencia ficción temas tan actuales den nuestro mundo como el terrorismo, el imperialismo, el fundamentalismo religioso, la tecnofobia, la tensión entre el mundo militar y el civil, la guerra y las servidumbres de la paz, el odio al extraño, los límites del deber, la forma de definir la identidad personal y comunitaria, el racismo, la corrupción política, la justicia popular, el papel de los medios de comunicación, la perpetuación del clasismo en la sociedad... También se planteaban cuestiones, ya con una mezcla entre lo social, lo filosófico y lo científico, como la estrecha línea que separa la vida e inteligencia humanas de un sofisticado ser artificial o la posibilidad de que algo creado por el hombre tenga emociones y sentimientos genuinos… en definitiva, ¿qué nos hace humanos?

Los cambios más radicales respecto a la serie original y aquellos que marcaron el devenir de BSG se realizaron en la naturaleza de los Cylones. Éstos ya no fueron creados por una raza extraterrestre reptiliana, como se decía en la serie de los setenta, sino que fue una creación de los humanos, remitiendo a la vieja pero nunca caduca idea de la irresponsabilidad del hombre con sus creaciones y las consecuencias que entraña el mal uso de la tecnología. Y aunque los grandes robots de un solo ojo aún aparecen como fuerza militar de choque, no son ni los líderes ni los verdaderos enemigos.

El hecho de que la clase gobernante de los Cylones parezca humana crea una capa adicional de
misterio y peligro reminiscente del tipo de historias que tanto cultivó Philip K.Dick: paranoias identitarias en las que resulta imposible distinguir entre lo verdadero y lo falso, lo auténtico y la copia. La idea de que el peligro se esconda ante nuestros propios ojos y que nuestros vecinos o amigos puedan no ser lo que parecen, es uno de los ejes temáticos centrales de la nueva BSG. En determinadas circunstancias, los Cylones pueden incluso aparearse con humanos y engendrar descendencia. El espectador se pregunta además qué es lo que pasa por el cerebro de los Cylones mecánicos: si fueron ellos los que crearon a sus congéneres humanoides, ¿por qué ahora están a su servicio? ¿Se han limitado a cambiar unos amos por otros? ¿Se rebelarán contra los Cylones orgánicos también? (Preguntas que la serie acabará respondiendo hacia el final de su recorrido)

En cualquier caso, los Cylones orgánicos tienen una desventaja: sólo existen doce modelos. Pueden teñirse el pelo, cambiar su vestuario y maquillaje, pero no transformar sus estructuras fundamentales (no se explica por qué sólo hay doce o por qué los Cylones no pueden realizar ellos mismos manipulación genética que les permita cambiar su aspecto). Una vez que se identifica la apariencia de un modelo, cualquier otro que se ajuste a ella es, evidentemente, un Cylon. En el curso de los dos primeros años de la serie, los humanos conocerán el aspecto de siete de los doce modelos. Existen, sin embargo, cinco modelos que han permanecido ocultos incluso para los siete restantes y tratar de descubrir su identidad ha pasado a ser una herejía para los propios Cylones.

Los modelos conocidos eran: nº5 o Doral (Matthew Bennett); 6, el modelo conocido como
Caprica Seis (Tricia Helfer), de la que Gaius Baltar se enamoró; 8, modelado a imagen de la oficial de la Galáctica Boomer (Grace Park); el espiritualmente inquieto nº 3, D´anna, interpretado por Lucy Lawless; y tres modelos más cuyos números no se revelan: Leoben (Callum Keith Rennie), que mantiene una extraña relación con Starbuck a la que atribuye el fin de la Humanidad; Cavil (Dean Stockwell), que se hizo pasar por sacerdote a bordo de la Galáctica; y Simon (Rick Worthy), que se hizo pasar por un doctor humano y robó uno de los ovarios de Starbuck.

Como en la mayoría de las series televisivas de los setenta, la serie original de “Battlestar Galáctica” estaba protagonizada por personajes masculinos. El papel de las mujeres era siempre secundario: Atena, la oficial de comunicaciones y hermana de Apolo; Casiopea, una antigua prostituta reconvertida en enfermera (ambos roles identificados tradicionalmente con el género femenino); Serina, más atractiva por su belleza que por su capacidad como periodista profesional… en los últimos capítulos de la serie se intentó variar esa tendencia dándole mayor protagonismo a la teniente Sheba, una competente piloto, pero no dejaba de ser una excepción y, después de todo, su principal rol era el de interés romántico de Apolo.

Veinte años después del estreno de la serie, las mujeres ya formaban parte regular y cotidiana
del ejército de muchos países pero, ajenos a los cambios del mundo real, las series de CF insistían en descompensar la balanza a favor de los protagonistas varones. Ello quizá era consecuencia de la convicción de los productores de que este tipo de género es consumido principalmente por un público masculino que espera ver héroes de su mismo género acompañados de bellezas femeninas en una especie de proyección de sus propias fantasías.

También en esto BSG optó por cambiar las
cosas, presentando un amplio y variado elenco de mujeres fuertes, independientes y, al tiempo, conscientes de su sexo. Mujeres y hombres se relacionan en igualdad de condiciones a bordo de la Galáctica y ni siquiera los vestuarios o los dormitorios están segregados por sexos. El comandante de la nave, Adama, sigue siendo un hombre, sí, pero su superior, la almirante Cain, es una mujer tan eficaz y competente como despiadada. Ya hablamos más atrás de la presidenta Laura Roslin.

Dos de los principales oficiales, con un papel central en el destino de la especie humana habían sido encarnados por hombres en la serie original: Starbuck (Katee Sackhoff) y Boomer (Grace Park). Tristemente, estos cambios no fueron bien acogidos por los fans más veteranos (¿o debería decir rancios?), que criticaron con virulencia a Ronald D.Moore y a las actrices (se las llamó marimachos entre otras lindezas) negándose a entender que su capacidad guerrera no excluye su vocación de mujer o madre (ambos personajes pasan por una experiencia de maternidad, si bien totalmente diferente).

Boomer es un agente Cylon durmiente infiltrado en el bando humano y en cuyo cerebro se han
implantado falsos recuerdos. Pero ella no lo sabe, y el gradual descubrimiento de su auténtica naturaleza cambiará la deriva de toda la serie. Boomer no es ya el piloto fiel compañero de los protagonistas pero eternamente segundón de la serie original (interpretado entonces por Herb Jefferson Jr), sino una pieza fundamental en la resolución del drama, un personaje trágico atrapado entre dos lealtades, considerado como un monstruo entre los humanos con los que decide finalmente servir y un desertor entre los Cylones, su propio pueblo.

El nombre de “Starbuck” provenía originalmente del contramaestre del Pequod, el navío del capitán Ahab en la novela “Moby Dick”. En la serie original estaba interpretado por Dirk Benedict, que daba vida a un tipo atractivo, despreocupado, juerguista, trapisondista y mujeriego, pero que al mismo tiempo era un piloto de primera que a la hora de la verdad lo daba todo por sus amigos y la misión que se le hubiera encomendado. Ahora nos encontramos con un personaje femenino mucho más complejo y oscuro. Kara Thrace, alias Starbuck, es todavía una piloto extraordinario, pero también una mujer atormentada por una infancia marcada por los abusos y su incapacidad para aceptar la autoridad establecida. Tras el bombardeo de las Colonias, no sólo se convertirá en el centro involuntario de un inestable triángulo amoroso entre la antigua estrella deportiva Sam Anders (Michael Trucco) y Lee Adama, sino que descubrirá que escondido en su cerebro se encuentra nada menos que el destino de la especie humana.

También el bando Cylon tiene sus mujeres fuertes. D´Anna, el modelo nº 3, es un Cylon
inquisitivo que apareció por primera vez haciéndose pasar por periodista del canal de noticias de la Flota. Está obsesionada con averiguar la verdad sobre su propia especie, incluso si ello la conduce a la herejía. Es un giro interesante el que sea un robot quien pretenda llegar hasta el final arriesgándolo todo. De hecho, su modelo acaba siendo “retirado” por sus congéneres más ortodoxos, quienes la consideran una amenaza para su propio pueblo.

Caprica Seis (Tricia Helfer) y el Nº 8 (Boomer, de nuevo interpretada por Grace Park), por diferentes motivos, se hallan vinculadas a los humanos. Su desacuerdo con la política de exterminio humano que están llevando a cabo los Cylon acaba desembocando en abierta rebelión y abriendo una brecha en su propio campo.

Hacia el final de la serie, se produjo una deriva mística que no gozó del aprecio de muchos seguidores, discutiéndose de una forma no muy definida aspectos religiosos como el enfrentamiento entre politeísmo y monoteísmo, la naturaleza y autenticidad de las profecías, la existencia de seres superiores que manejan los hilos con un propósito oculto y que hacen notar su presencia mediante signos y presagios, el poder del amor, la reencarnación, la salvación….

Hubo quien se quejó de la introducción de estos elementos acusando a la serie de propaganda
teológica, pero lo cierto es que también se hallaban presentes en la serie original, aunque tratados con mucha más torpeza. Al fin y al cabo, el creador de la serie, Glen A.Larson, era mormón y codificó en su historia alusiones más o menos evidentes a sus propias creencias y a la mitología antigua. En la nueva Battlestar Galactica, los Cylones son, como los humanos, seres espirituales. Creen en un dios reminiscente de la deidad judeo-cristiana, un ser de amor que recompensa las obras realizadas en su favor. Creen que todos los seres inteligentes deben amar a Dios, que la misión sagrada de Hombres y Cylones es procrear y que el suicidio es imperdonable. Incluso las Bases Cylonas son parte humanoide, con un híbrido biomecánico ejerciendo de cerebro computacional que murmura ininterrumpidamente palabras aparentemente aleatorias y sin sentido, pero que algunos modelos Cylon, como el 3-D´Anna, piensan que ocultan mensajes divinos.

Los humanos, por su parte, son politeístas. Aunque probablemente no conozcan sus orígenes, adoran a una variación del antiguo panteón griego. Sus dioses (Apolo, Ares, Artemisa, Atenea…) son conocidos como los Señores de Kobol, el planeta en el que, se dice, nació la Humanidad y donde el hombre vivió con los dioses hasta que una deidad celosa se hizo con el poder. Los humanos huyeron y establecieron las Doce Colonias, mientras que otro grupo se marchó a la Tierra. ¿Fue ese dios celoso y renegado el que ahora adoran los Cylones? Sea como fuere, es un giro refrescante ver a los héroes humanos como politeístas, posiblemente como un guiño a la creciente aceptación del paganismo en nuestro propio mundo.

Cada colonia recibe el nombre de uno de los doce signos del Zodiaco. De hecho, descubren que
la Tierra está situada en aquel punto de la galaxia desde el que puedan divisarse en la bóveda celeste los signos de las doce colonias en forma de constelaciones, dato este que les servirá a los humanos como referencia navigacional.

A lo largo de la serie, humanos y Cylones van encontrando signos y profecías que les guían hacia la Tierra. Pero no solo eso, sino que establecen un nexo entre ambas religiones y, por tanto, asumen la existencia de una inteligencia superior que guía los acontecimientos y cuya intención (Atención: Spoiler) parece ser la extinción de ambas especies por los errores (pecados) cometidos y su sustitución por una nueva, un híbrido de humano y Cylon que se apareará con los humanoides de la Tierra, dando lugar a algo nuevo: la especie humana (Fin de Spoiler).

La reencarnación fue otro de los temas religiosos explorados en BSG desde diferentes ángulos. Cuando muere el cuerpo de un Cylon, la mente es enviada en forma de señal electromagnética a un nuevo cuerpo. Éstos se hallan almacenados bien en bases emplazadas en diversos planetas remotos, bien en naves móviles que acompañan a sus flotas, muy apropiadamente denominadas Naves Resurrección. A menos que el Cylon muera muy lejos de una de esas naves, su conciencia pasará a ocupar un nuevo cuerpo casi inmediatamente tras su muerte física, lo que permite una ininterrumpida experiencia vital, conservando todos los recuerdos de las anteriores encarnaciones.

Esta habilidad tiene otras implicaciones. Por ejemplo, las naves de combate Cylon son mitad
mecánicas y mitad biológicas, y cuando una es destruida, sus memorias y habilidades son “descargadas” en nuevas naves. En el episodio “Cicatriz”, los pilotos de la Galáctica han de enfrentarse a uno de estos seres, que ha estado en tantas batallas y ha sido destruido en tantas ocasiones que se ha convertido en la nave más experimentada, astuta y letal de toda la Flota Cylon.

Otra consecuencia es que existe la posibilidad de recordar retazos inconexos del breve periodo que media entre la muerte y la reencarnación. D´Anna, el modelo nº 3 de los Cylones orgánicos, se ha obsesionado con averiguar qué ocurre en ese viaje espiritual posterior a la muerte y quiénes son los modelos secretos. La propia D´Anna ha muerto muchas veces y en esa especie de limbo previo a su reencarnación, cree haber visto cinco figuras brillantes, los cinco modelos perdidos. En un episodio de la segunda temporada, cuando D´Anna llega a un templo que podría dar la pista para encontrar la Tierra, ve los rostros de los cinco, un conocimiento herético que la condenará a los ojos de sus hermanos.

La reencarnación puede ser también la explicación a las alucinaciones que experimentan Gaius
Baltar y Caprica Seis. Porque, durante el ataque inicial a las colonias, una bomba nuclear explotó lo suficientemente cerca de la casa del científico como para que éste hubiera fallecido si Seis no lo hubiese protegido con su cuerpo. Quizá el impacto de la explosión envió la señal de reencarnación a través del cerebro de Baltar, dejando una impresión en sus neuronas y, al mismo tiempo, atrapando algo de Baltar que pasaría a formar parte de la mente de Caprica al resucitar. ¿Es esto algo mínimamente científico? Probablemente no, pero en el contexto de la obra funciona y, además, añade misterio, drama e interés a los personajes. Y eso es lo que importa.

Hay una vertiente más sutil y humana en el tema de la reencarnación. Cuando está sometido a interrogatorio por Starbuck, el modelo Cylon Leoban afirma que todos tienen un destino que ya ha sido vivido antes. ¿Podría esto ser una referencia a la serie original? Quizá se refiera al concepto espiritual de que el tiempo es cíclico y que la historia se repite eternamente, variando de forma gradual y sutil. En este sentido, quizá los personajes de esta serie son reencarnaciones de los originales de los setenta.

Con todo el subtexto religioso que impregna la serie, ya sea monoteísta o politeísta, BSG trata sobre la humanidad en busca de la salvación, algo que está presente en todos los aspectos de la vida en la Flota: una nave prisión se rebela y los reclusos obtienen el perdón, permitiéndoseles vivir como ciudadanos normales de la Flota; en lugar de destruir el mercado negro, se le permite continuar porque su desaparición sólo significaría la sustitución por otro.

Durante la miniserie, el comandante Adama se pregunta por qué la Humanidad merece
salvarse. Al fin y al cabo, crearon una nueva raza de esclavos y ahora los antiguos sirvientes han regresado para destruirlos. ¿Acaso los hombres no se merecen la extinción? Naturalmente, la creación de los Cylones no es culpa de todos y cada uno de los humanos, de hecho ni siquiera lo es de esta generación. Esta es la historia de los descendientes de dos bandos luchando la guerra de sus antecesores, algo que remite de forma evidente a la propia historia y cultura norteamericanas, reproduciendo la época del esclavismo y la opresión hacia la minoría negra.

En un momento determinado, los propios Cylones se enfrentan unos con otros, pues parte de los modelos, arrepentidos por las atrocidades cometidas contra los humanos, también ansían la salvación. De nuevo, ambas especies se van acercando y símbolo magnífico de ello es que la Galáctica acaba convertida ella misma en un híbrido de tecnología humana y Cylon.

Otro tema recurrente en la religión es el poder universal del amor y en BSG su símbolo más claro es que humanos y Cylones son capaces de procrear…siempre que el acto sexual lo sea también de amor. Todo lo cual resulta irónico si tenemos en cuenta cómo los Cylones trataron inicialmente de exterminar a la Humanidad en la creencia de que se trataba de una especie fracasada, indigna de Dios. Aún así, se dan cuenta de
que necesitan a los humanos supervivientes, ya que son incapaces de procrear entre ellos. Tienen miedo de extinguirse –lo que ya apuntaba a que en realidad fueron creados por alguien diferente a los Cylons robóticos originales, habiendo perdido la tecnología que les permitiría crear más modelos-.

Cuando Helo se queda en Cáprica tras el ataque nuclear, se encuentra con un modelo 8 que cree ser Boomer (en realidad es una copia de Boomer con sus recuerdos). Se enamoran y conciben un niño. Los Cylones que los vigilan en secreto afirman que ello solo puede suceder si el amor forma parte de la ecuación. ¿Sensiblero? Puede ser, pero al fin y al cabo el elemento biológico juega un papel importante en nuestras emociones y viceversa. Quizá los creadores de los Cylones conocían este condicionante y deseaban integrar ambas especies de tal forma que la descendencia híbrida tuviera mejores oportunidades para prosperar individual y colectivamente. 



(Finaliza en la próxima entrada)

2 comentarios:

  1. ¡Envidio tu memoria! Por lo general olvido tantos detalles, además que no se puede negar que el argumento de esta serie es en realidad muy complejo y a ello sumado el carisma de sus personajes, la convirtió sin lugar a dudas en una de las mejores series de la TV. Por cierto, acaba de morir el creador del programa original.

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  2. Cierto, murió el 14 de noviembre. ¡Descanse en paz! Nunca tengo tiempo para estas cosas, pero hubiera estado bien dedicarle una entrada a este productor que tan buenos ratos me hizo pasar de niño con series como "Battlestar Galáctica", "El Coche Fantástico" o "McCloud". De todas formas, volveré a hablar sobre él en este blog a propósito de otras dos de sus series de ciencia ficción: "El Hombre Biónico" y "Buck Rogers". Un saludo.

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