miércoles, 1 de marzo de 2017

2012- LOOPER – Rian Johnson


El del viaje en el tiempo es siempre un tema complejo que plantea un desafío conceptual tanto al guionista como al espectador. No son historias fáciles de escribir y muchas de ellas no consiguen estar a la altura de las ideas sobre las que se apoyan. En el ámbito cinematográfico, por ejemplo, tenemos aquellas que se limitan a extraer el humor del choque cultural que sufre el pasajero temporal, como “Regreso al Futuro” (1985) o “Las Alucinantes Aventuras de Bill y Ted” (1989); otras usan el desplazamiento en el tiempo como mera excusa para montar una historia de acción, como “Terminator” (1984) o “Timecop” (1994); y otras, en fin, no se atreven a explorar las últimas consecuencias del escenario que plantean, como “El Final de la Cuenta Atrás” (1980). Dentro de este subgénero en el que resulta tan fácil cometer enormes agujeros de guión, “Looper” es una de las cintas que mejor se desenvuelven.



En el año 2044, Joe (Joseph Gordon-Levitt) trabaja como looper, un tipo de asesino muy particular, para una organización criminal que opera en Kansas City. Treinta años después de ese futuro, en el 2072, se ha inventado el viaje en el tiempo, pero su utilización es ilegal. Por otra parte, la tecnología ha hecho muy difícil deshacerse de los cadáveres de las víctimas de asesinato, por lo que el crimen organizado tuvo la idea de enviar, todavía vivos, a quienes quisiera asesinar hacia el pasado, y que fuera allí donde se encargaran del trabajo sucio. Los loopers hacen exactamente eso: esperar en un lugar y momento previamente designado y liquidar inmediatamente al individuo que se materialice allí, atado y con el rostro oculto. Técnicamente, no han cometido ningún asesinato porque esa persona no existe en su presente. Reciben una cuantiosa paga por sus servicios, pero viven al día porque saben que en algún momento ellos serán los enviados desde el futuro para que ellos mismos en su versión actual y más joven, acaben consigo mismos. En ese momento, se cerrará su bucle y tendrán plena conciencia de que indefectiblemente van a morir; y, al mismo tiempo, serán libres para disfrutar de todo el dinero ganado durante los más o menos treinta años que les quedan de vida.

Joe recibe un shock cuando descubre que una de sus víctimas provenientes del futuro resulta ser, precisamente, él mismo. El viejo Joe (Bruce Willis) se las arregla para dejar fuera de combate a su versión más joven y escapar. El Joe actual pasa a ser considerado como un paria a abatir por sus antiguos empleadores y emprende una caza de sí mismo tratando de ganarse la readmisión en la organización liderada por Abe (Jeff Daniels). En un momento dado, cuando ambos Joe se
encuentran, el viejo le explica (“se explica” a sí mismo en realidad) que en el futuro conocerá a una maravillosa mujer que le apartará de la vida autodestructiva que llevaba y le dará la felicidad que hasta ese momento no había tenido. Sin embargo, ella acabará asesinada a menos de los sicarios del misterioso individuo conocido como “El Fundador”, que se ha erigido como líder de todos los sindicatos del crimen del futuro y que está cerrando todos los bucles.

La intención del viejo Joe es asesinar al Fundador cuando aún es un niño, pero la verdadera identidad y el pasado de éste son un misterio acerca de los cuales sólo tiene pistas un tanto vagas. Ante el horror del joven Joe, su contrapartida madura empieza a matar niños nacidos en una fecha determinada, en la confianza de que alguno de ellos será el destinado en el futuro a convertirse en el señor del crimen que le quiere muerto. El Joe actual, herido y con síndrome de abstinencia, acaba refugiándose en la granja de Sara (Emily Blunt), la madre soltera de Cid (Pierce Gagnon), uno de los niños que busca el viejo Joe.

“Looper” es una película de viajes en el tiempo que se convirtió en un modesto éxito gracias en
buena medida al boca oído. Fue la tercera película del director y guionista Rian Johnson, que previamente se había ganado el elogio de la crítica con su ópera prima, “Brick” (2005), un modesto pastiche policiaco-adolescente también protagonizado por Joseph Gordon-Levitt y que tras ser premiado en el Festival de Sundance alcanzó estatus de film de culto. Peor suerte corrió su siguiente y, en principio, más comercial película, “Los Hermanos Bloom” (2008), cuya nefasta distribución y promoción la condenó inevitablemente al fracaso. Johnson decidió probar entonces suerte con la televisión, dirigiendo un par de episodios para “Breaking Bad”, trabajo que fue lo suficientemente bien considerado como para permitirle reunir treinta millones de dólares con los que rodar su siguiente película, “Looper”, como las anteriores también escrita por él mismo.

“Looper” podría situarse en algún lugar entre otras dos famosas cintas sobre viajes en el tiempo. La referencia más obvia es “Terminator” (1984), de la cual este film es casi una imagen inversa: mientras que la cinta de Cameron mostraba a una mujer de nuestro tiempo perseguida por un androide asesino del futuro que quería matarla para evitar que su hijo naciera y liderara la resistencia de los humanos contra las máquinas, “Looper” se centra en un asesino del “presente” (o un futuro relativamente cercano) que quiere asesinar a su “yo” futuro, el cual ha viajado hasta nosotros para eliminar a un niño que acabará convirtiéndose en un tirano criminal.

En un primer momento, “Looper” parece presentarse como otra historia más de viajes en el tiempo que acabará metamorfoseándose en un film de pura acción. Su imaginería y referencias
conectan con el western y las películas de gangsters de los años treinta (los loopers llevan escopetas recortadas y la ambientación de la última parte remite deliberadamente al desastre ecológico del Dustbowl, acontecido en aquella década del siglo XX en el suroeste norteamericano). Pero lo cierto es que la acción propiamente dicha sólo se materializa en momentos muy puntuales. En una época en la que muchas películas se apoyan perezosamente en las grandes explosiones y los efectos digitales, “Looper” toma un camino más difícil y, por ello, más reconfortante. Sí, hay tiroteos, peleas y persecuciones, pero la película no va realmente de eso. También recurre a los efectos especiales (por ejemplo, en la recreación del Shanghai del futuro) pero éstos son discretos y nunca estorban a lo que verdaderamente constituye el fuerte de la cinta: el personaje y la trama en la que se ven inmersos. “Looper” es, de hecho, una historia de ciencia ficción “cerebral” que descansa sobre las siempre fascinantes paradojas causales. Y, en este sentido, bebe claramente de la otra película de viajes en el tiempo a la que hacía referencia algo más arriba: “Doce Monos” (1995), cuya historia también trenzaba un retorcido hilo del tipo de giros y sorpresas asociados con los viajes al pasado y las consecuencias que se derivan de conocer el futuro y tratar de alterarlo. En el momento de su estreno, fue alabada (como lo habían sido poco antes “Distrito 9” (2009) o “Moon” (2009)) como heraldo de una nueva era de películas de CF inteligente.

Entre sus aciertos podemos contar el reservar la baza “temporal” para los momentos en los que
realmente se necesita. Johnson utiliza el viaje en el tiempo como mecanismo o excusa para contar una historia diferente –la lucha entre dos hombres (o de uno consigo mismo) para preservar sus respectivas felicidades, incompatibles entre sí- y no como una carta a la que se recurre una y otra vez para impulsar el guión o sacarlo de callejones sin salida. Así, por ejemplo, el viaje en el tiempo resulta fundamental para presentar y entender adecuadamente las motivaciones del viejo Joe. Es un elemento propio del subgénero que se utiliza de la forma y en el momento adecuados en lugar de un comodín o un lugar común de la ciencia ficción que hay que utilizar para satisfacer las expectativas del público.

Por otra parte, “Looper” no tiene complejos a la hora de utilizar los más sobados clichés del
subgénero del viaje temporal…hasta que se saca de la manga en la segunda parte algo que sí es nuevo –o, al menos, muy poco utilizado-. El guión no trata de presumir de ingenioso dando nuevos enfoques a viejas ideas ni se aproxima a ellas con ironía o ánimo desmitificador. Es como si Johnson diera por sentado que o bien el espectador es lego en la materia del viaje temporal, o bien es un curtido aficionado al que no le importará revisitar algunos mecanismos narrativos ya muy vistos. Paradójicamente, es precisamente esa falta de complejos a la hora de abordar la vertiente más clásica de los viajes en el tiempo lo que aporta frescura a la película.

El protagonista de la película, Joe “joven”, sigue una evolución común al de muchísimos otros personajes: el tipo egoísta e inmaduro que, arrastrado por circunstancias que no controla y en las
que se ve envuelto a su pesar, termina creciendo y mejorando como persona. Una premisa, como digo, visitada hasta la saciedad, pero cuyo resultado final depende de la ejecución. En “Looper”, Joe va tomando una serie de decisiones y el viaje temporal es sólo una más de las formas que el espectador tiene de aprender algo de él, en este caso su potencial para la felicidad, el amor y la paz. Todo en la historia está preparado para subrayar algún aspecto de su carácter, de su evolución o para contextualizar las decisiones que toma, a diferencia de tantas otras superproducciones pobladas por personajes unidimensionales que, cuando el guionista lo necesita, se transforman súbitamente y sin motivo. Normalmente, la idea de que alguien pueda conocer a su yo más joven o viejo sirve para elaborar un estudio de personalidad, pero dado que en “Looper” estamos en realidad ante una película de género negro, el encuentro de los dos Joe se torna en una confrontación en la que ambas versiones de la misma persona ven en el otro el fracaso de su propia vida y sus peores defectos.

Por último, me gustaría apuntar entre sus virtudes que “Looper” no necesita de mensaje político
alguno para ser una película provocativa. Si hay alguna moraleja en la historia podría ser la de que “la violencia engendra violencia”, pero esto difícilmente puede considerarse una declaración política. El futuro que se nos presenta es decididamente distópico, pero no a causa de un factor claro o preciso. Es, simplemente, una mala época en la que vivir. Esto contrasta con las mencionadas “Distrito 9” o “Moon”, que culpaban de todo a las consabidas corporaciones trufadas de corrupción y codicia. Ahora bien, la ausencia de mensaje político no hace de “Looper” una película menos dura, turbadora o profunda. Su verdadero foco son los personajes y el dilema “libertad frente a destino” al que les hace enfrentarse, un dilema que Johnson ya había explorado en sus dos películas anteriores.

Dicho todo lo cual, es igualmente cierto que “Looper” tampoco es una película perfecta: de vez en cuando es irregular, hay giros en el guión demasiado forzados y cambios de ritmo y tono que dejan al espectador preguntándose hacia dónde está dirigiéndose la historia. Respeta la regla principal de la mejor ciencia ficción conceptual –elegir una premisa básica y trabajar sobre ella a base de
extrapolaciones, en este caso el viaje en el tiempo- pero en la tercera parte, a punto está de sucumbir a causa de su propia ambición cuando empieza a poner sobre la mesa otras ideas, como las mutaciones o los poderes telequinéticos, una decisión que empuja a la trama hacia el campo de la serie B más casposa. Lo bueno es que “Looper” no tiene miedo de distanciarse de otros productos al uso y ser impredecible. Y que el espectador no tenga fácil prever hacia dónde se está dirigiendo el guión no es poco mérito hoy día, mérito que puede atribuírselo casi en solitario Rian Johnson, quien, en su calidad de guionista y director, pierde a veces el rumbo pero al final siempre consigue retomarlo y llevar la historia a una conclusión satisfactoria.

Así, encontramos secuencias muy bien escritas, como aquélla en la que en sólo cinco minutos se
recorre toda la vida que le espera a Joe en el futuro; o la escena en la que el viejo y el joven Joe se encuentran en un café y el primero trata de compartir con el segundo la sabiduría que ha acumulado en el curso de los años. También es de destacar la refrescante osadía conceptual de que los dos protagonistas sean el mismo personaje en dos edades diferentes, que uno funcione como el héroe y el otro el villano para luego invertir los papeles bruscamente, y que ambos estén construidos y se desenvuelvan con motivaciones perfectamente racionales y comprensibles: el joven Joe trata de eliminar su versión futura para preservar su vida presente, mientras que el viejo quiere borrar de la existencia al Fundador y recuperar la vida que se labró (labrará) en el futuro.

El negro es en gran parte un género que asociamos con el pasado aun cuando vivimos en una época en la que muchos de sus elementos definitorios son más actuales que nunca. Sin embargo, son muchas las películas y series televisivas que cuando describen un futuro distópico lo hacen asemejándolo al pasado (recordemos, por ejemplo, “Los Juegos del Hambre”, cuyo Distrito 12
estaba construido a base de antiguas fotos de la depresión de los años treinta en Estados Unidos). Looper sigue esta misma línea, mostrando un Kansas City treinta años en el futuro que concentra, como dije más arriba, bastantes elementos propios de las antiguas película de gangsters. Lo cual, además de darnos una idea acertada acerca de lo mal que están las cosas en ese tiempo, resulta muy apropiado por cuanto 2044 es el pasado para al menos uno de los principales personajes. Los loopers viven al límite, conduciendo potentes vehículos, relacionándose con bellas mujeres y consumiendo grandes cantidades de drogas alucinógenas mientras el resto de la población chapotea en la pobreza, viviendo en barriadas de chabolas y contentándose con sobrevivir en una sociedad en la que los avances tecnológicos han quedado restringidos a una élite y en la que los criminales campan a sus anchas.

Por otro lado, el director utiliza diferentes entornos y ambientaciones para crear sensación de movimiento e incluso claustrofobia. Las secuencias urbanas transmiten sensación de suciedad, congestión y paranoia, mientras que la granja de Sara, en el último acto, aporta a la película espacio y luz, justo en el momento en el que el joven Joe supera su adicción a las drogas y lleva a cabo su transición de villano a héroe.

La película no se libró de su parte de ácidas críticas vertidas por aquellos que afirmaban que caía en incoherencias y no resolvía las paradojas que planteaba. Son acusaciones que creo exageradas, en primer lugar porque el tema del viaje temporal es resbaladizo como pocos. Es algo que no sabemos si existe, ni siquiera tenemos constancia de si la física del universo podría permitirlo y, en dicho caso, qué leyes lo gobernarían. Ello otorga una gran libertad al creador de ficciones de este tipo, pero al mismo tiempo impide cualquier pretensión de rigurosidad y, por supuesto, resulta imposible resolver las paradojas a gusto de todos. Es cierto que “Looper” tropieza en este sentido aquí y allá, pero al menos se compromete con los elementos propios del género y los utiliza seriamente como mecanismos narrativos. Por ejemplo, en la primera parte hay un detalle algo
chirriante que recordaba al desvanecimiento de las fotos de “Regreso al Futuro”: la versión madura de un looper, Seth (Paul Dano) ha conseguido huir y escapar del bucle, pero sus jefes atrapan al Seth joven y empiezan a amputarle miembros, miembros que también desaparecen del cuerpo del looper “futuro”. Ahora bien, si en el pasado se hubieran producido esas amputaciones, entonces el Seth del futuro siempre las habría sufrido y sus recuerdos al respecto también habrían quedado alterados. Este error o paradoja de difícil arreglo es razonablemente justificada en la conversación que los dos Joe tienen en el café, en el que el viejo dice tener recuerdos e imágenes borrosas que poco a poco van definiéndose conforme su yo más joven va actuando. Es una forma lógica y astuta de sortear lo que en el fondo son paradojas imposibles de solucionar.

La trayectoria de Joseph Gordon-Levitt en el cine ha sido ejemplar, transitando con pie firme desde productos televisivos de segunda en los noventa a películas de mayor empaque ya en el
nuevo siglo, como la original comedia romántica “(500) Días de Verano” (2009); pero, sobre todo, gracias a ser elegido por Christopher Nolan para participar en dos superproducciones como fueron “Origen” (2010) y “El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace” (2012). A pesar de que su presencia física no parecería en principio acorde con la del típico protagonista de películas de acción, en “Looper” hace un buen papel como antihéroe de moral como mínimo discutible. Y ello aun cuando el maquillaje, prótesis y trabajo de CGI que le aplican, diseñados para asemejarlo físicamente a un Bruce Willis juvenil, resulta algo extraño (también estudió las antiguas películas de Willis para reproducir sus manierismos y gestos).

Bruce Willis está tan bien como de costumbre encarnando a un tipo de personaje con el que ya está más que familiarizado. Empieza ganándose la simpatía del público en calidad de víctima, de criminal redimido gracias al amor que trata de recuperar a su esposa; pero en el último acto, los sentimientos que inspira se invierten cuando, desesperado por recuperar su vida y sus recuerdos, se transforma en un despiadado asesino dispuesto a todo, precisamente la encarnación de aquello que pretende destruir. En ambas facetas, Willis resulta igualmente creíble.

La actriz Emily Blunt sorprende cambiando su muy británico acento –algo que no se aprecia en la
versión doblada- por el propio de una americana del Medio Oeste. Su trabajo es muy sólido aun cuando se vea obligada a protagonizar una de las escenas de cama más gratuitas e inverosímiles de los últimos tiempos. También resulta agradable reencontrarse con Jeff Daniels, un actor que se prodigó en las comedias ligeras de los ochenta y noventa pero que ya en los 2000 parece haber perdido el favor del público. El guión le da un personaje con el que alejarse de sus registros más amables y demostrar su talento e innegable presencia física. Otra sorpresa en el apartado interpretativo la aporta Pierce Gagnon como ese niño a mitad de camino entre lo repelente y lo digno de compasión y que se apodera de la película en su último acto.

“Looper” es, en resumen, una película moderna con un sabor clásico, perspicaz y al tiempo entretenida, que respeta la inteligencia del espectador, con buena factura visual, que combina la acción con el estudio de personajes y que, a pesar de las paradojas temporales propias del subgénero y los giros de guión que puntean la trama, se sigue sin problemas. Es una ciencia ficción inteligente que combina cerebro y corazón, que no cae en la moralina, la prédica política o los finales forzadamente felices. Una película, en definitiva, que sin duda resistirá bien el paso del tiempo.




1 comentario: