jueves, 29 de marzo de 2012

1924- TRILOGIA DE CASPAK - Edgar Rice Burroughs

Burroughs, como ya he comentado en más de una entrada anterior, tenía una fórmula que le funcionaba y a la que, en vista de su éxito, recurría una y otra vez : un valiente héroe se aventura en un paraje extraordinario y en el curso de sus peripecias conoce y se enamora de una hermosa e igualmente brava mujer que, invariablemente, es secuestrada; a continuación, tras superar grandes peligros, el héroe la rescata. Y el caso que ahora comentamos no es una excepción a esa regla. Burroughs vuelve a contarnos la misma historia, una narración torpe y plana, lastrada por los prejuicios de la época -lo que no era exclusivo del autor sino muy común en la literatura pulp de entonces- pero, también, como de costumbre, llena de imágenes y aventuras tan coloristas y plenas de energía que influirían a multitud de creadores posteriores, desde cineastas a ilustradores. De hecho, la primera novela de la trilogía, "La Tierra Olvidada por el Tiempo" (1918) fue adaptada al cine en 1975 (con guión de Michael Moorcock), cincuenta años después de su publicación, lo que demuestra su perdurabilidad. Más aún, en 2009 volvió a la pantalla grande en una nueva versión dirigida por C.Thomas Howell.

En 1916, mientras en Europa se libra la Primera Guerra Mundial, Bowen J.Tyler, hijo de un naviero californiano, viaja en un transatlántico con bandera neutral (americana). Su noble intención es servir de voluntario conduciendo ambulancias en el campo de batalla. El barco es torpedeado por un submarino alemán y se va a pique pero el protagonista encuentra un bote salvavidas vacío, salvando de paso a una bella joven, Lys La Rue, que se dirigía a Alemania para casarse con un oficial de la marina. Ambos son rescatados -junto a su perro Nobs- por un barco inglés que, a su vez, es torpedeado por el mismo submarino días más tarde. El heroico capitán británico no se arredra y embiste al enemigo. Nuestros protagonistas se hacen con el control de la nave -resulta que Bowen es diseñador de submarinos y no solo sabe construirlos sino que puede pilotarlos-, y ¡sorpresa!, uno de los malvados oficiales alemanes a bordo del submarino resulta ser nada más y nada menos que el prometido de la joven, un auténtico canalla. Los prejuicios de Burroughs no se limitaban a los alemanes -recordemos que el libro fue escrito en 1918, cuando todavía rugía la guerra en Europa-: uno de los traidores resulta ser Bensen, un americano perteneciente a la Asociación Internacional de Trabajadores que odia tanto al capitalismo como a Norteamérica.

Al final, perdido el rumbo, acaban llegando a un continente desconocido cerca de la Antártida llamado Caprona. Tras franquear unos imponentes acantilados se sumergen en un mundo prehistórico lleno de dinosaurios y mamíferos extintos desde hace millones de años en el resto del planeta. Peligrosas criaturas vagan por las junglas tropicales del sur mientras que agresivos humanoides alados moran en las ciudades de una gran isla al norte. Atrapados entre ambas amenazas sobreviven grupos dispersos de seres humanos que llaman a su tierra "Caspak". Los náufragos tratan de fundar una colonia, Fort Dinosaur, pero los prisioneros alemanes se amotinan y abandonan a su suerte a los americanos y británicos. Para empeorar más las cosas, Lys es secuestrada por un hombre salvaje y Bowen deberá emprender su búsqueda enfrentándose a los peligros que por doquier acechan en ese mundo primitivo. Revísense otras entradas de Burroughs en este blog y se hallará sin mucho esfuerzo la pauta de todos sus relatos. Si aún no está claro, sígase leyendo.

Las aventuras continuaron en "La Tribu Olvidada por el Tiempo" y "Desde el Abismo del Tiempo", ambas serializadas también en la revista Blue Book en 1918 (los tres relatos fueron recopilados en un solo libro en 1924 bajo el título del primero, tal y como había sido la intención original de su autor.).

En la primera, la acción transcurre algún tiempo después de que se halle un manuscrito dejado atrás por Bowen en su búsqueda de Lys. Un equipo de rescate llega a Caspak para tratar de rescatar al americano, su amada Lys y los supervivientes británicos. A la cabeza de la expedición está Tom Billings, un viejo amigo y socio de Bowen. Mientras sobrevuela el continente, su avión es derribado por un pterosaurio. Y mira por donde, también este americano se encuentra con una sugerente chica nativa, Ajor, a la que rescata de un felino prehistórico. A cambio, ella le ayuda a sobrevivir en el salvaje entorno. Después de escapar a un ataque de hombres-mono, Tom decide devolver a Ajor a su tribu, los Galu. Durante el viaje, Tom aprende que en Caspak el hombre alcanza su estadio biológico mediante una especie de extraña progresión evolutiva individual, siendo los Galu el escalón superior y los únicos que dan a luz seres humanos propiamente dichos. Todas las criaturas, a medida que evolucionan, se van trasladando hacia el norte de la isla-continente. También se entera Tom de una conspiración tramada por parte de humanoides menos evolucionados que, no dispuestos a esperar su momento, deciden atacar a los Galu y conquistarlos (el racismo de Burroughs, reflejo del de su época, asoma claramente en este planteamiento). Por supuesto, Tom se encargará de que el plan no llegue a buen fin.

El último libro de la trilogía concluye la historia cuando una expedición liderada por Br
adley, uno de los ingleses del fuerte, regresa tras su misión a Fort Dinosaur. Acosados por uno de los humanos-murciélago, el capitán es secuestrado por este y llevado a su pueblo, los siniestros Wieroo, que viven en la Ciudad de las Calaveras, cuyas calles están pavimentadas con los cráneos de sus enemigos. Allí se encuentra -¡este también!- con una nativa prisionera (como la Ajor del libro anterior) llamada Co-Tan. Resulta que los Wieroo son todos varones y secuestran a mujeres Galu para aparearse con ellas y tratar de engendrar una hembra. Pero no tienen suerte. Como es previsible, Bradley rescata a Co-Tan y ambos, ya enamorados, escapan a la selva. Tras una peligrosa huida colmada de sorpresas y peripecias, alcanzan su objetivo.

Desde que Richard Owen acuñara el término en 1842, los dinosaurios han fascinado al mundo. No
es difícil entender por qué: fueron monstruos muy reales que rivalizaban con la fauna mitológica fuertemente enraizada en nuestro imaginario colectivo: dragones, serpientes marinas, hidras...bestias legendarias por su tamaño, ferocidad y magnificencia. Los dinosaurios eran, por tanto, criaturas perfectamente susceptibles de ser adoptadas por géneros de ficción como la fantasía, la aventura o la propia ciencia-ficción. La idea de que esas criaturas hubieran podido sobrevivir ocultas en algún aislado lugar de nuestro planeta fue pronto cultivada por un subgénero preexistente, el de los mundos perdidos, con representantes como Julio Verne, H.Rider Haggard, Abraham Merritt, Edward Bulwer Lytton... Desde el principio de su carrera de escritor, Burroughs se había apuntado a la moda con novelas como las incluidas en la saga de "Pellucidar" o "La Chica de las Cavernas". En esta ocasión regresa al tema para plantear la misma historia de siempre si bien introduciendo un nuevo elemento, notablemente divergente del de otros relatos similares.

Efectivamente, en novelas como "El Mundo Perdido" (1912), criaturas de diferentes familias biológicas y periodos temporales separados entre sí millones de años conviven en un mismo entorno geográfico. Burroughs reconoce esta incongruencia e intenta explicar -por llamarlo de alguna manera- esa coexistencia de dinosaurios, mamíferos, homínidos y seres humanos en la isla continente de Caspak: aquí la evolución tiene lugar en el curso de una vida, no de millones de años, por lo que un ser individual puede, de hecho, cambiar de especie hacia otra más evolucionada en el curso de su breve existencia. Desde luego, no es que sea una explicación muy sólida y, en mi opinión, semejante intento de racionalización sólo contribuye a engordar el absurdo. Hay cosas que es mejor dejar sin explicar a favor de la aventura y el misterio. Además, el desconocimiento de Burroughs de la materia le hace incurrir en errores que incluso en aquella temprana época de la paleontología, ya eran graves: se inventó especies nuevas y otras las describió de una forma claramente incorrecta: su alosaurio es una especie de canguro gigante que salta entre los árboles; y el tiranosaurio está recubierto de placas óseas. Claro que si así lo deseamos, siempre podemos encontrar una explicación: al fin y al cabo, tras decenas de millones de años de evolución independiente, ¿quién puede decir si los dinosaurios no podrían haberse transformado en criaturas como las que nos presenta Burroughs?

Tampoco los personajes, meros calcos los unos de los otros, son en absoluto destacables. Sí,
Bradley es un duro marinero inglés y Bowen un hombre de negocios americano, pero al final uno y otro son intercambiables, como también lo son las respectivas "salvajes" de las que se enamoran. El estilo literario está claramente hinchado y peca de excesivamente florido y cursi pero, al fin y al cabo, dado que le pagaban por palabra y realmente no tenía mucho que contar, no se podía esperar otra cosa.

La verdad es que no me atrevería realmente a recomendar esta trilogía a nadie sin espíritu juvenil y aficionado incondicional a la literatura pulp o las aventuras prehistóricas. Incluso en ese caso, diría que es mejor y más rápido ver alguna de las adaptaciones cinematográficas comentadas al principio. Para alguien interesado en el subgénero de mundos perdidos prehistóricos que no renuncie completamente a la calidad literaria, les animo a que inviertan su tiempo en "El Mundo Perdido" (1912) de Arthur Conan Doyle.



2002- ODYSSEY 5


¿Qué puede hacer un escritor desesperado para conseguir ideas cuando el pozo está seco? Manny Coto miró al cielo. Allí fue donde encontró la inspiración que había estado buscando. “¿Qué es lo peor que podría pasar?”, se preguntó. La respuesta llegó a su mente con claridad: la destrucción del mundo. ¿Y cómo se podría evitar? Es más, imaginemos que en el momento en que esa catástrofe sucede hay un grupo de gente orbitando alrededor del planeta a bordo de un transbordador espacial. Sobreviven, sí, pero… ¿a dónde pueden ir? Para desarrollar su idea, Coto recurrió a un elemento un tanto estrambótico, pero que sólo jugaría el papel de simple catalizador que daría inicio a la serie: el representante de una raza alienígena los encuentra y los traslada cinco años hacia atrás en el tiempo para que puedan averiguar lo que ha sucedido con la Tierra y evitarlo. En realidad, no son “transportados” físicamente, sino que son sus conciencias las que se encarnan en sus versiones físicas de ese momento temporal pasado. Así, se encuentran con que van a revivir una parte de su vida sabiendo lo que les acecha sólo un poco más adelante en el futuro.

Este fue el argumento del episodio piloto de una hora de duración desarrollado por la NBC y que llegó a postularse como guión cinematográfico para Warner Bros. Sin embargo, cuando este último proyecto no obtuvo el visto bueno, la historia acabó olvidada en un cajón hasta que Showtime, la cadena de televisión por cable norteamericana, se interesó por ella. Cuando la productora Columbia Tri-Star accedió a producir el show, las cosas se pusieron por fin en marcha. Habían pasado seis años desde que Coto escribiera el guión hasta que se comenzara a rodar el piloto de la teleserie, de dos horas de duración, en verano de 2000. Una vez más, la paciencia había demostrado ser una virtud necesaria si se quería llegar a alguna parte como guionista en Hollywood.
Inicialmente, la serie iba a llamarse “Odyssey 7”, puesto que serían siete los astronautas a bordo del transbordador espacial cuando la Tierra estalla, si bien luego se decidió recortar ese número. La intención de Coto era fundir dos series de carácter diferente en una sola: por una parte, tramas argumentales que desarrollaran aspectos personales: ¿qué haría esa gente del futuro si pudieran revivir sus vidas otra vez? ¿Cometerían los mismos errores? ¿Tratarían de cambiar algo? Y, por otra parte y ya más dentro del campo de la CF, las pesquisas que emprenden esos personajes y los misterios a los que deben enfrentarse para evitar la destrucción del planeta. Su creador nunca tuvo la intención de hacer una serie infantil o de adolescentes y su tono, desarrollo y planteamientos están claramente dirigidos a un público adulto.

En el episodio piloto, el coronel Chuck Taggart (Peter Weller), comandante del transbordador
espacial Odyssey, y su hijo –también astronauta- Neil (Christopher Gorgam), se hallan en órbita alrededor de la Tierra junto a otros colegas: el especialista de misión Kurt Mendel (Sebastian Roche), la piloto Angela Perry (Tamara Craig Thomas) y la periodista Sarah Forbes (Leslie Silva). Entonces, de repente, la Tierra explota, y la nave queda atrapada y dañada por las ondas de choque y los escombros derivados de la explosión. Con sólo nueve horas de oxígeno disponible y ningún sitio a donde ir, su final parece inevitable.

Un inesperado salvador que se autodenomina “El Buscador” los rescata y les revela que civilizaciones de toda la galaxia han ido encontrando el mismo fatal destino que la Tierra. Utiliza sus grandes poderes para transportar la conciencia de los supervivientes hasta sus cuerpos cinco años en el pasado. Así podrán descubrir qué ha sucedido. Ahora tendrán la oportunidad de reescribir y mejorar sus vidas.
Por razones presupuestarias, tanto aquel piloto como la serie regular se rodaron en Toronto, Canadá, aunque en la acción se ambientaba en Houston, Texas. Hay que decir que los diseñadores hicieron un buen trabajo y en ningún momento se notó la diferencia (a menos, probablemente, que seas tejano). En ese primer episodio se prestó un especial cuidado a los efectos visuales de la cabina del transbordador. Se buscó que fuera verosímil y para ello contrataron a la compañía californiana que se había encargado de equipar el interior de los auténticos transbordadores de la NASA. Y, ciertamente, el esfuerzo mereció la pena. No sólo se realizó una excelente labor con los paneles de control y los diferentes elementos de a bordo, sino que se logró transmitir la sensación de claustrofobia y abarrotamiento que forma parte de la experiencia real de los viajes al espacio.

Simular las condiciones de ingravidez supuso otro desafío. Se trata de un efecto muy complejo de realizar y se pensó utilizar un sistema de cableado que moviera a los actores por el aire, pero era demasiado caro, así que se contrató a un mimo para que adiestrara a los actores en la clase de movimientos flotantes que deberían llevar a cabo de hallarse en gravedad cero. Y funcionó (por suerte, Coto se opuso categóricamente a la estupidez propia de los ejecutivos de la cadena que, preocupados porque la fotografía de esas escenas no quedara bien, sugirieron que se inventara en la ficción algún artilugio generador de gravedad en el interior de la nave).

Visualmente, Coto optó por un estilo “cámara en mano” que recordaba a “Canción triste de Hill
Street” o “NYPD Blue” y que aportó un efecto dramático, cercano y realista más tarde copiado por otras series. Fue también la primera vez que se utilizó una nueva generación de cámaras. Junto a “Tierra: Conflicto Final” y “Las aventuras secretas de Julio Verne”, “Odyssey 5” fue la primera en abandonar el tradicional sistema de grabación en película. Se utilizó un método conocido como “24P high-definition” que proporcionaba una definición equivalente a la de una película cinematográfica.

Aunque el episodio piloto se rodó en el verano del año 2000, hubo de pasar otro año antes de que la serie comenzara a rodarse (Showtime dio luz verde al proyecto en el verano de 2001). Coto tenía en mente una historia que se prolongaría cinco temporadas y planificó los episodios en función de ese calendario. A grandes rasgos, sabía cómo iba a transcurrir la serie y cuál sería su conclusión.
Al ser pagada y emitida por Showtime, un canal por cable, Coto gozó de ventajas sobre otras cadenas gratuitas en más de un aspecto. Desde el punto de vista narrativo, siendo un canal de pago, no existía la obligación de estructurar los episodios en función de las interrupciones publicitarias. Por otro lado, una cadena gratuita nunca hubiera sido tan permisiva con el lenguaje más duro –y realista- que utilizan los personajes o con la libertad con la que se presentaba la faceta sexual –si bien nunca se llegó a abusar de ello-. Esa libertad se extendió al desarrollo de los personajes, construidos con más aristas, amargura y cinismo de lo que suele ser habitual en los programas televisivos.

Peter Weller encarnó al coronel Chuck Taggart, un papel pensado para George Clooney cuando
“Odyssey 5” se estudió para llevarlo a la pantalla grande. Sin embargo, el trabajo de Weller no pudo ser más diferente al que podemos imaginar hubiera hecho Clooney. Socarrón, cínico, duro y con un lado oscuro, Taggart, con cinco años que revivir por delante, se encuentra con problemas en su matrimonio cuando su extraño comportamiento y nuevos amigos lleva a su esposa a pensar que está trastornado. Por no hablar del desafío que supone volver a ejercer el papel de padre de sus dos hijos, uno de los cuales, Neil, es en realidad un adulto de veintitantos encerrado en el cuerpo de un chico de diecisiete. Neil se ve asimismo como un astronauta cualificado y brillante que se encuentra atrapado en el papel de un adolescente, debiendo asistir de nuevo al instituto y enamorándose de su antigua novia.
El científico Kurt Mendel (excelentemente interpretado por el actor francés Sebastian Roche) es quien saca más partido de sus conocimientos acerca de los cinco años venideros, llegando a casarse con una chica anónima que él sabe se convertirá en una gran estrella de rock y apostando sobre seguro a los resultados deportivos. Escéptico al principio en cuanto a las posibilidades de evitar la destrucción de la Tierra, su desconfianza se irá suavizando al comprobar lo fácil que, para bien y para mal, resulta cambiar el futuro.

En el caso de Sarah, su futuro se presenta aún más oscuro. Se reúne con su exmarido y su hijo,
pero sabe que éste desarrollará un cáncer que lo matará. Sus esfuerzos por tratar de encontrar un tratamiento mientras el niño aún no manifiesta síntoma alguno son interpretados por su esposo como una malsana obsesión, lo que desembocará en la desintegración de su matrimonio. Sarah, no obstante, utilizará lo que sabe sobre el futuro para tratar de cambiar otras cosas aparte de las personales: cuando la historia de un asesino de niños vuelve a ocupar las noticias, recuerda detalles de los crímenes y enrola a Angela para evitar que todo se repita de nuevo. Angela, por su parte, tiene que lidiar con su padre, un senador corrupto, y también utilizará su pasada experiencia para tratar de cambiar las cosas. Son personajes principales bien fundados y alejados del concepto de héroe sólido e intachable.
Como en las mejores series de CF, en cada episodio, Coto y los diferentes guionistas consiguieron equilibrar con éxito las líneas narrativas que desarrollaban las vidas privadas de los personajes con el marco general definido por una idea propia de la CF: destruir a los Sensibles y los Sintéticos. Los Sensibles son criaturas informáticas creadas y liberadas en internet por el doctor Naran Chandra. Los Sintéticos son criaturas de apariencia humana creados por los sensibles a través de agentes humanos y cuyo propósito parece tener algo que ver con la futura destrucción de la tierra. Era, por tanto, la vieja idea del surgimiento y la expansión secreta de una raza de seres artificiales creados por una inteligencia global escondida en Internet e intentando expandir su poder al mundo real. Y no, no es Terminator. De hecho, la historia prometía un desarrollo mucho más complejo e interesante que el de la serie de Cameron.

Coto comparaba a los Sintéticos y los Sensibles con los Cylones de la nueva “Battlestar Galáctica”.
En esa serie, el malvado Baltar cree que la atractiva Número Seis se le aparece debido a un chip implantado en su cabeza. Coto declaró que para la segunda temporada tenía pensado un arco argumental en el que algunas de estas formas artificiales se manifestaban únicamente en la mente de los protagonistas. A medida que avanzaba la temporada, los espectadores pudieron ver episodios tan interesantes como la de la inteligencia artificial femenina obsesionada con Neil hasta el punto del acoso criminal; o el penal para reclusos violentos cuyo edificio resulta estar vivo; o el episodio en el que los Sensibles desarrollan “Arrebato”, una poderosa droga que hace furor entre los adolescentes y que los reúne en una intensa comunidad telepática.

Inmerecidamente, la serie nunca recibió la publicidad necesaria durante su emisión inicial en Estados Unidos. Showtime ni siquiera ofreció todos los episodios de la temporada y solo ¡dos años después!, en 2004, los aficionados pudieron ver los seis restantes hasta totalizar los veinte rodados. Y lo peor de todo es que la cancelación no se debió a la baja audiencia, todo lo contrario, sino a simple y fría política de empresa. El canal decidió abandonar la programación de CF a favor de los dramas urbanos.

Manny Coto se encargaría a continuación de escribir y producir “Star Trek: Enterprise”. Años
después, todavía se encuentra con aficionados que en las convenciones y entrevistas le preguntan cómo tenía pensado terminar “Odyssey 5”. Nunca lo ha revelado, quizá porque no ha renunciado a la esperanza de retomar la serie en un formato diferente. ¿Quién sabe? No sería la primera vez que eso sucede. “Alien Nación”, de Kenneth Johnson, fue cancelada tras solo una temporada pero acabó generando cinco telefilmes cinco años después de su cierre. “El Increíble Hulk” de Bill Bixby volvió a la pantalla en formato de tres telefilmes seis años tras la cancelación de la serie en 1982. “Firefly”, de Josh Weddon tuvo aún una carrera más corta como teleserie en 2000, pero fue resucitado en forma de película para la gran pantalla, “Serenity”, en 2005. “Babylon 5” tuvo una continuación similar tras su finalización…

Sea como sea, “Odyssey 5” es un buen ejemplo de cómo sacar el máximo provecho de un presupuesto ajustado. El único episodio que contaba con efectos especiales llamativos fue el piloto. En el resto de episodios… no hizo falta. Entre tramas detectivescas, conspiraciones gubernamentales, zombies, invasores inhumanos escondidos entre nosotros, virus informáticos de lo más desagradable,.. hubo un momento en que, atrapado por la intriga y las peripecias íntimas de los personajes, se dejó de echar de menos las escenas con naves espaciales. Inteligente, bien interpretada y con un suspense creciente, “Odyssey 5” fue una de las cancelaciones menos merecidas de la CF televisiva.

jueves, 22 de marzo de 2012

1954-LA ONDA CEREBRAL - Poul Anderson


Poul Anderson es uno de los escritores más prolíficos con que cuenta la ciencia-ficción. Gran parte de su obra aparece encuadrada en el ciclo de la Liga Polisotécnica y el Imperio Terrano, una amplia historia del futuro que abarca varias decenas de novelas, algo que, definitivamente, escapa a las posibilidades y energía de la mayoría de los lectores que no sean acérrimos del escritor. Esta novela, sin embargo, no sólo se puede disfrutar individualmente sino que hoy sigue siendo una de sus obras más recordadas y un clásico del género, un libro acerca de la capacidad del hombre para aceptar aquéllo a lo que ha venido aspirando desde su origen: el logro de la trascendencia y su asunción de un papel relevante en el universo.

Durante millones de años, nuestro sistema solar ha estado bañado por un "cono" de radiación emitido desde el centro de la galaxia. Esta radiación ha tenido como efecto la ralentización de determinadas reacciones electroquímicas, entre ellas las que tienen lugar en las neuronas de los cerebros humano y animal. Cuando, en su eterno viaje por el espacio, la Tierra sale del ámbito de influencia de esa "lluvia" radioactiva, todos los cerebros del planeta aumentan espectacularmente su capacidad, funcionando más rápida y eficientemente. Las personas de mentes más brillantes alcanzan el nivel de genio mientras que los retrasados se convierten en personas normales. Hasta los animales mejoran su inteligencia y se niegan a continuar sirviendo como bestias de carga o alimento; las especies más inteligentes, como los chimpancés, incluso llegan a desarrollar un lenguaje rudimentario. En ese nivel mental, el Hombre se encuentra cercano a trascender su antigua condición.

Pero el cumplimiento de un viejo deseo de la Humanidad acarrea su propio infierno: ¿Qué ocurre cuando hasta el más torpe de los hombres toma conciencia de su pequeñez y de la futilidad de sus esfuerzos diarios en tareas insulsas y mecánicas? ¿Qué metas, qué aspiraciones puede perseguir el Hombre cuando los asuntos mundanos carecen de interés y los grandes problemas que lo han acosado desde la noche de los tiempos hallan solución? De la noche a la mañana, la civilización se colapsa. Los policías, los conductores de autobús, los tenderos, los barrenderos... abandonan sus trabajos; el delicado equilibrio que mantiene vivas las ciudades se desmorona; surgen cultos apocalípticos y revueltas; las dictaduras comunistas se derrumban; los africanos negros se alían con unos simios recién nacidos a la inteligencia para expulsar a los africanos blancos del continente,...

El caos social tiene al tiempo su origen y reflejo en los severos trastornos individuales: gente que nunca se molestó en pensar, dejándose guiar por otros más inteligentes o sencillamente más astutos o despiadados, cobran amarga conciencia de su condición de explotados; otros, naturalmente inclinados hacia la introspección en lugar de la acción externa, son incapaces de asimilar la riada de pensamientos que fluyen por sus cerebros, sumiéndose en la demencia.

Dos son los protagonistas principales que nos sirven de guía en el tambaleante comienzo de la nueva Edad del Hombre: por un lado, Peter Corinth, un físico que canaliza su incrementado intelecto hacia la solución de problemas científicos. Su esposa Sheila, una persona sencilla y sin inquietudes intelectuales, se queda muy atrás en ese avance mental respecto a su esposo, con el agravante de que ahora es muy consciente de esa gran brecha mental, brecha que empuja a su marido a buscar consuelo -físico, emocional e intelectual- en Helga, una colega de su laboratorio. La angustia de su nueva situación sume a Sheila en un estado psicótico que la atrapa en una peligrosa espiral.

En el extremo opuesto encontramos a Archie Brock. Antes del gran cambio era un retrasado que trabajaba en una granja. Su nueva inteligencia no le convierte en un superdotado ni, por tanto, lo eleva por encima de los aspectos prácticos de la vida. Ante el abandono de todos los trabajadores, se queda al frente de los campos y los animales, forjando una extraña colaboración con éstos (especialmente unos lúcidos chimpancés escapados de un circo próximo) para poder sobrevivir en total aislamiento del caos en el que se sume el mundo circundante, un mundo que, además, lo rechaza por su "inferioridad" intelectual. Poul Anderson nos dice que una mayor inteligencia no cambiará sustancialmente al hombre en tanto su personalidad básica y sus instintos no lo hagan. Las inseguridades, las supersticiones, odios, envidias, los miedos y los prejuicios, las patologías mentales, la necesidad de un objetivo vital, las preguntas acerca del sentido de las cosas... todo ello seguirá allí, afectando a nuestro comportamiento. Sin embargo, y pese a la oposición de algunos grupos incapaces de adaptarse a la nueva situación, la Humanidad sólo tiene un camino que seguir: abandonar la Tierra, una meta a la que no todos podrán aspirar...

No es fácil escribir una novela protagonizada por humanos superinteligentes. ¿Cómo se describe
esa inteligencia, sus procesos mentales, conclusiones y percepción del mundo y de uno mismo cuando ni escritor ni lectores alcanzan ese nivel? ¿Es posible escribir diálogos suficientemente brillantes como para reflejar ese superior estado mental? Anderson sortea el problema narrando con especial detalle los cambios en los procesos mentales de los menos inteligentes (simbolizados por el personaje de Archie Brock) en cuanto a su comprensión del entorno, la interacción con otros seres y su mundo interior. Por otra parte, aquellos individuos más sobresalientes -como Peter Corinth y sus colegas científicos-, acaban prescindiendo del lenguaje hablado tal y como lo conocemos, sustituyéndolo por una compleja combinación de gestos, ademanes y palabras sueltas cuyo significado conjunto es captado y entendido a un nivel intuitivo. Otra manifestación de esa inteligencia incrementada, ésta de índole práctico, es la proliferación de todo tipo de inventos y tecnología más allá de nuestro conocimiento actual, tecnología que contrasta con el primitivismo y la vuelta a la tierra que practican los "retrasados" encabezados por Archie Brock.

El incremento artificial de la inteligencia fue un tema recurrente en la ciencia-ficción de los años cincuenta y sesenta, suscitado probablemente por los continuos avances en medicina y farmacología. En aquel momento era razonable soñar con la posibilidad de que la ciencia médica pudiera inventar formas de mejorar la eficiencia de nuestro cerebro. Tal posibilidad aparece en otras novelas de la época como "Más que humano", de Theodore Sturgeon o "Flores para Algernon", de Daniel Keyes. La realidad ha demostrado que aquellas esperanzas en la medicina eran más bien infundadas -en la actualidad se han trasladado a los implantes cibernéticos- y hoy nos conformamos con que se desarrolle un medicamento que detenga el deterioro de nuestra mente a causa de la enfermedad o el simple paso del tiempo.

Novela primeriza de Anderson, el texto tiene aspectos que no han envejecido tan bien como sería deseable y está claro que los argumentos científicos que expone tienen poca consistencia. Da también la impresión de que su extensión es demasiado reducida habida cuenta del ámbito épico de los acontecimientos que describe: el derrumbe de la civilización, guerras civiles en Asia y África, colapso de las ciudades, éxodos de población, intrigas políticas a todos los niveles, exploración espacial de largo alcance y descubrimiento de especies alienígenas... Pero ello bien podría
no ser achacable al autor. Eran todavía los tiempos en los que las historias de CF comenzaban a salir trabajosamente del restringido formato de la serialización en revistas especializadas para ser editadas directamente en formato de novela, pero la publicación de gruesos volúmenes dedicados a un género aún minoritario era algo que los editores ni siquiera se planteaban. Por ello, es probable que Anderson, aun habiéndolo deseado, jamás tuviera la oportunidad de ampliar su relato, viéndose obligado a recortar considerablemente sus pretensiones iniciales. En años posteriores se desquitaría con sus libros de la Liga Polisotécnica y su vasta epopeya del futuro.

La imposibilidad de la novela de alcanzar su pleno potencial no ensombrece sus aciertos y "La onda cerebral" sigue siendo una interesante lectura que anima a reflexionar sobre aspectos muy básicos y fundamentales relacionados con la misma naturaleza de nuestra especie.

miércoles, 21 de marzo de 2012

2005- AEON FLUX – Karyn Kusama


Originalmente, "Aeon Flux" nació como serie de animación de culto de la imaginación del artista surcoreano Peter Chung para la serie Liquid Television (1991-94) del canal MTV, un programa que daba cabida a diversas series de animación vanguardista (los impresentables Beavis and Butthead, por ejemplo, debutaron también en ese espacio). En esta primera versión animada, Aeon Flux duró dos temporadas de 11 episodios de 2-5 minutos de duración cada uno. Todos ellos carecían de diálogo o continuidad alguna y siempre finalizaban con la muerte de la protagonista. La siguiente encarnación del personaje llegó como serie independiente en 1995: diez episodios de 30 minutos en los que se introdujeron diálogos y una continuidad que desarrollaba una historia.

Aeon Flux es una letal asesina ataviada con exóticos trajes y que trabaja como agente del país libre de Monica. En cada episodio realiza una misión de sabotaje contra intereses de Trevor Goodchild, el dictador de la vecina nación de Bregna. Aeon y Trevor parecen mantener una ambigua relación en la que se mezclan el amor con el odio. La serie llamó enseguida la atención por su aspecto visual fetichista, violento y grotesco y no tardó en pasar a otros medios, primero en forma de comic-books y, más tarde, en una película de imagen real de gran presupuesto que es la que ahora comentamos.

La cinta fue producida por Gale Ann Hurd, ex-esposa de James Cameron y productora de algunos de sus mejores films ("Terminator", "Aliens" o "Abyss"). Tras su divorcio se estableció por su cuenta fundando Valhalla Motion Pictures y especializándose en películas de acción y ciencia-ficción. "Aeon Flux" fue escrita por el dúo Phil Hay y Matt Manfredi y dirigida por Karyn Kusama. En el 2051, una plaga extermina al 90% de la especie humana. El científico Trevor Goodchild (Marton Csokas) consigue desarrollar un antídoto al letal virus y los cinco millones de supervivientes se agrupan en la única ciudad del planeta, Bregna. Cuatrocientos años después, Bregna se ha convertido en una utopía... aparentemente. Más allá de las murallas que la rodean, la Naturaleza ha retornado a su estado primitivo. Trevor -descendiente del Goodchild original- sigue al frente del gobierno.

Pero suceden cosas extrañas, un malestar general e indefinido acompañado de misteriosas
desapariciones de ciudadanos en las que el gobierno parece tener parte. Un grupo rebelde, los Monicanos, se opone a la dinastía Goodchild. La mejor de sus agentes es Aeon Flux (Charlize Theron). Cuando los soldados asesinan a su hermana, Una, confundiéndola con una monicana, Aeon decide matar a Trevor. Salvando las mortales trampas que rodean el palacio de la familia Goodchild, la asesina se enfrenta a su víctima sólo para verse incapaz de dispararle cuando éste la llama "Catherine", un nombre que dispara en su mente flashbacks inexplicables. Contraviniendo las órdenes de los Monicanos, Aeon emprende una misión personal para resolver el enigma, convirtiéndose en amante de Trevor y descubriendo el secreto que esconde Bregna.

La película no obtuvo una acogida muy entusiasta. En parte ello fue debido al enfado de los críticos con la MTV por lo que consideraron una falta de respeto profesional y una zancadilla a su trabajo: en contra de la costumbre, el estudio les ofreció un pase previo tan sólo dos horas antes del estreno oficial. Los fans de la serie de dibujos animados tampoco quedaron contentos por las desviaciones y cambios que los guionistas habían introducido respecto a la versión televisiva. Incluso se llegó a afirmar, exageradamente, que había sido la peor película del año. Todo ello repercutió en la recaudación: de los 55 millones de dólares de presupuesto sólo se recaudaron 25 en los Estados Unidos.
No debería haber sorprendido a nadie que el film fuera una versión aguada de la serie de dibujos animados, una película de acción al estilo Hollywood bastante alejada de la visión original de Peter Chung. Bregna y Monica ya no son dos países diferentes separados por un muro: el primero pasa a ser una ciudad y el segundo da nombre al grupo de rebeldes/terroristas. Bregna se transforma en ese concepto tan querido a la ciencia-ficción: la ciudad-prisión utópica (ver "La Fuga de Logan" o "La Isla"). Por su parte, Trevor Goodchild abandona su papel de villano definitivo: comienza pareciendo un dictador frío y egoísta pero pronto se nos explica que sus intenciones son buenas y que el auténtico malvado es su hermano Oren (que no existía en la serie de animación). La relación amor-odio entre Aeon y Trevor se mantiene, pero transformada en una historia romántica al uso, mientras que la explicación sobre la sociedad "clonada" del futuro y el que Aeon hubiera sido esposa de Trevor en el pasado son elementos totalmente nuevos.

Irónicamente, mientras que en la serie televisiva nunca eran aclarados los motivos por los que
Aeon luchaba, en la película acaba apoyando decididamente a Trevor, algo no ya diferente sino opuesto al concepto original. De hecho, en la película Bregna no es siquiera una desagradable distopia, sino una lujosa utopía que simplemente tiene algunos problemillas de dirección en las altas esferas. El Relical, que aquí es una especie de archivo de los registros de ADN de toda la población, se vio por primera vez en el comic "Aeon Flux: The Herodotus File" (1995), aunque allí era un artefacto lanzado por los Monicanos en el que se contenía información que demostraba que ambos países originalmente fueron uno solo.
Peter Chung quedó muy descontento con el resultado. No identificaba al personaje interpretado por Charlize Theron con su agresiva agente y consideró un error pensar -como suelen hacer los estudios cinematográficos- que el público no estaba preparado para asimilar una adaptación fiel de su obra. En este sentido, mi opinión es que la traslación de "Aeon Flux" del medio animado (más maleable, minoritario y formal y conceptualmente más flexible) al cinematográfico hubiera sido imposible sin realizar importantes cambios. Una adaptación literal no habría dado más resultado que una cinta de tono chirriante, falso y de argumento disperso. Por mucho que protestaran Chung y los seguidores de su obra, eran necesarios cortes, añadidos y transformaciones. La cuestión residía en qué se respetaba y qué no, qué se cambiaba o se quitaba y hasta qué punto se decidía realizar una adaptación más o menos fiel o una cinta inspirada en el material original pero independiente del mismo.

Ciertamente, el comienzo de "Aeon Flux" es prometedor. Karyn Kusama dirige las primeras
escenas con elegancia, los decorados son un despliegue de espacios modernistas de aspecto superfuturista y aristocrático (filmados sobre todo en localizaciones de Berlín y fundidos con habilidad con los efectos digitales). El extravagante diseño de vestuario atrapa también al espectador desde el primer momento. Hay también una interesante colección de artefactos tecnológicos, muchos de ellos inventados en la serie de televisión: bolas explosivas con control remoto, escaners microscópicos implantados en los ojos, comunicadores insertados en el oído, mensajes secretos escondidos en productos químicos disueltos en el agua, modificaciones quirúrgicas de las extremidades, entornos de realidad virtual... gadgets todos ellos originales, llamativos y hasta verosímiles dentro de cuatrocientos años, si bien resultan incoherentes con otros presentes también en la película, como los revólveres de cañón rotatorio. Todos estos aspectos relacionados con el diseño de producción nos presentan una película elegante que, aunque no se ajusta a la estética extraña y feísta de los dibujos animados, sí plantea un punto de partida interesante.
Sin embargo, a media película, la historia comienza a tambalearse. El estilo contenido y preciosista de la primera parte se disuelve en los tópicos propios de las películas de acción. Aunque Charlize Theron luce estupenda, las poses, saltos y acrobacias de su personaje remiten demasiado a Matrix como para resultar novedosas y su belleza y talento no bastan para otorgar profundidad o carácter a un personaje que, en definitiva, no se diferencia demasiado de Lara Croft. Con todo, Theron se impone con contundencia al resto del reparto, que aunque hace un trabajo correcto, dan la impresión de haber sido seleccionados más atendiendo al aspecto visual que la directora quería imprimir a la película que a otro tipo de consideraciones.

Al final la historia no aprovecha lo que su preciosista diseño y su interesante premisa le
brindaban, cayendo en una ejecución plana y sin nada particularmente sofisticado: dos amantes huyendo, la crucial decisión final que se debe tomar respecto al futuro del mundo, la previsible conspiración... El conflicto de ambiguos y cuestionables ideales que Peter Chung había imaginado se ven reducidos aquí a poco más que simplistas encasillados maniqueos: por mucho que se nos quiera despistar al principio, se acaba despejando cualquier malentendido y los héroes son idealistas y valientes mientras que los villanos son egoístas y mezquinos. La complicada relación entre Trevor y Aeon que se sugería en los dibujos animados, dominada por los juegos mentales, los engaños, una violenta competitividad y un claro fetichismo, pierde buena parte de su atractivo y sensualidad, quedando reducida a la típica historia de amor imperecedero y resistente al tiempo y las reencarnaciones. Los diálogos son escasos, forzados y un tanto surrealistas, quizá debido a que la película se toma demasiado en serio a sí misma y mantiene en todo momento un tono trascendental que no deja el más leve resquicio al humor.
La directora nos ofrece, eso sí, varias escenas de acción repletas de energía: el tiroteo entre las tropas y los francotiradores, la pelea de la heroína con la guardaespaldas de Trevor mientras ambas se teleportan entre dos escenarios, o el salto de Theron desde la torre hasta el Relical. La mejor de ellas es la carrera de Aeon y Sithandra (Sophie Okenedo) sorteando las trampas que rodean el santuario de Trevor. Por su parte, el argumento relacionado con la clonación, es tan interesante como poco sólido desde el punto de vista científico al caer en el tópico de que los clones de algún modo comparten los recuerdos de sus originales. Aún asumiendo esa premisa como posible, los guionistas tampoco consiguieron desarrollarla adecuadamente y, por ejemplo, no se explica por qué algunos clones conservan claramente los recuerdos de sus encarnaciones pasadas (caso de Trevor o su hermano) mientras que otros los olvidan por completo o retienen sólo visiones vagas y desenfocadas.

Los rebeldes/terroristas (resulta curioso que los cineastas suelan adornar sus distopias opresivas
con grupos de descontentos armados: "Hijos de los Hombres" o "Brazil" son otros ejemplos notables) nunca explican cuál es exactamente su objetivo más allá de liquidar a los Goodchild; tampoco se nos cuenta quién es realmente la líder interpretada por Frances McDormand, de quién recibe órdenes o por qué se niega en redondo a otorgar a Aeon el beneficio de la duda. O el guardián del Relicar, ¿es un ser virtual o real? ¿cuál es realmente su papel? Empeorando aquí y allá las cosas tenemos un montaje que deja grandes huecos en la narración (¿cómo demonios aborda la heroína el Relicar la segunda vez?)

En resumen, una película de bonita factura técnica, un ejemplo de estilo sobre contenido que permite disfrutar de un diseño elegante y la espectacular belleza y glamour de Charlize Theron encarnando a una poderosa heroína de acción. Poco más. Aunque decepcionante, no es una mala película y tampoco fue la peor de su año. Simplemente, del montón, entretenida, pero de poca consistencia, un aperitivo colorido pero poco sabroso.

martes, 20 de marzo de 2012

1925-LA CHICA DE LAS CAVERNAS - Edgar Rice Burroughs


Las novelas de mundos perdidos, que durante más de cincuenta años habían constituido uno de los pilares básicos de los relatos de aventuras, tenían los días contados. Aquellas narraciones de exploradores y aventureros que involuntaria o deliberadamente se internaban en remotos valles cubiertos por la bruma, penetraban en alguna profunda cueva hacia el interior de la Tierra o atravesaban inhóspitos desiertos o impenetrables junglas para encontrar civilizaciones perdidas y una naturaleza congelada en el tiempo, iban pronto a dejar paso a las epopeyas espaciales. Sencillamente, la Tierra empezaba a perder su misterio. La mejora en los medios de transporte, el aumento del alfabetismo y la consiguiente expansión del negocio editorial y el acceso de grandes sectores de la población a noticias e imágenes del resto del mundo, la radio, el esfuerzo de exploración e investigación científicas que llevaron a cabo instituciones y gobiernos... todo ello mejoró el conocimiento que se tenía de nuestro planeta y redujo su "exotismo". En poco tiempo los protagonistas de muchos de aquellos relatos pulp que transcurrían en inaccesibles montañas del Himalaya o inexploradas regiones africanas trasladarían sus operaciones al espacio, un ámbito virtualmente desconocido y donde todo era posible.

Pero eso sería dentro de unos años, con el auge las revistas pulp especializadas en ciencia-ficción. Mientras tanto, Edgar Rice Burroughs se apuntaría a un subgénero que se ajustaba perfectamente al tipo de relatos que le caracterizaban: aventura, épica, suspense, héroes invencibles, peligrosas y espectaculares criaturas, violencia,... Aunque este volumen apareció en 1925, en realidad recogía dos relatos anteriores, muy primerizos dentro de su bibliografía: "The Cave Girl" (1913) y su secuela, "The Cave Man" (1914) , ambos serializados en "All-Story" y "All-Story Weekly" respectivamente.

Waldo Emerson Smith-Jones es -como su propio nombre nos sugiere- un joven mimado perteneciente a una acomodada familia. Aquejado por una mala salud crónica, se encuentra realizando un viaje por los Mares del Sur cuando es arrojado al mar por una ola y arrastrado hasta una perdida isla selvática. No tarda en verse en apuros al encontrarse con unos primitivos humanoides de aspecto simiesco, sorprendiéndose de encontrar dentro de sí el valor y la fuerza necesarios para enfrentarse a ellos.

El esperado elemento femenino es en esta ocasión la bella Nadara, a quien un vigorizado Waldon rescata de las garras de una de esas salvajes criaturas. Cautivada por el valor del joven, Nadara lo eleva al estatus de héroe y le bautiza con el nombre de Thandar, "el valiente". Lo que sigue son una serie de aventuras en la jungla muy del gusto de la época: mientras Waldo/Thandar mejora su fortaleza física gracias a la vida al aire libre, emprende la búsqueda de Nadara y se enfrenta a los enemigos de rigor. El racismo de Burroughs -no más agudo que el de la sociedad en la que vivió- se manifiesta en la revelación "sorpresa" de que Nadara en realidad no es una "salvaje": su madre era blanca, una náufraga como Waldo, que llegó a la isla embarazada. Al enterarse de ello, en un pacato ataque de moral, el protagonista decide que por muy profundo que sea el amor que siente por Nadara, siendo como es "hija de la civilización", no sería correcto tomarla como esposa -con toda la intimidad que eso conlleva-. Las cosas han de hacerse bien: la llevará a los Estados Unidos y se casara como es debido, por lo que empieza a enseñarle inglés.

Como buen americano, inculcará a los salvajes no sólo los rudimentos de la democracia -cuyo resultado es que él mismo resulta elegido rey- sino el camino al desarrollo tecnológico: la agricultura, la fabricación de armamento -con el que atacan y derrotan a la tribu de simios-... En la segunda parte la cosa se complica cada vez más hasta convertirse en un enrevesado e inverosímil culebrón de escaso interés en el que se mezclan los padres de Waldo al rescate, caníbales, piratas, secuestros, lujuriosos marinos, reencuentros... y un final tan feliz como decente.

En mi opinión, Burroughs no fue nunca un gran escritor y los cien años que acumulan sus libros se dejan notar. Su popularidad la ganó a base de cultivar una y otra vez una fórmula facilona que recurría a tópicos bien establecidos que resultaban atractivos para la sensibilidad de lo
s lectores de las revistas en las que publicaba: adolescentes y lectores poco exigentes. De hecho, la mayor parte de los críticos, comentaristas y aficionados que comentan con cariño los libros de John Carter o de Pellucidar, lo hacen a partir de los recuerdos que guardan de sus lecturas infantiles. Aquellos que llegaron adultos a sus sagas de aventuras espaciales o selváticas se muestran menos entusiastas, aunque siempre guardando el merecido respeto por la influencia que Burroughs ejerció sobre multitud de escritores, dibujantes, diseñadores y fans gracias a una imaginería exótica y poderosa en torno a héroes invencibles, bellas princesas semidesnudas, fieras de aspecto invencible, ciudades perdidas, tribus primitivas y entornos naturales evocadores. "La chica de las cavernas" reúne un poco de todo ello, pero incluso dentro de la repetitiva bibliografía de Burroughs no pasa de ser una obra menor, principiante, recomendable sólo para incondicionales de su trabajo o acérrimos del subgénero de mundos perdidos.

sábado, 17 de marzo de 2012

1929-EL MUNDO SUBTERRÁNEO - S.Fowler Wright


Aunque el romance científico había florecido en las revistas de literatura popular de finales del siglo XIX, el primer cuarto del siglo XX fue testigo de un largo y profundo declive en el género. Su recuperación en la década de los treinta se debió a los esfuerzos de un puñado de escritores que imaginaron extravagantes y alarmistas fantasías sobre la posibilidad de una nueva guerra mundial y su inevitable consecuencia: la destrucción total de la civilización.

El trabajo de Fowler Wright jugó un papel importante en este movimiento, pero no se puede decir que fuera representativo del mismo. Aunque a finales de los años treinta escribiría una trilogía de novelas de guerras futuras, sus dos primeras novelas, "Los Anfibios" (1924) e "Inundación" (1927) eran variaciones sobre la idea del fin de la civilización humana tal y como la conocemos. En tan hondo bache estaba la ciencia-ficción en ese momento que ambos libros fueron autoeditados por el propio autor. La segunda de ellas, no obstante, acabaría convirtiéndose en un superventas, llegando a Hollywood y permitiendo a Fowler vivir de su pluma.

"Los Anfibios" (1924) es un notable romance científico, comparable en su planteamiento y ambición a dos trabajos ya comentados en este blog: "La máquina del tiempo" (1895) de H.G.Wells y "El Reino de la Noche" de William Hope Hodgson. Su acción se ambienta en un futuro situado dentro de medio millón de años, tan remoto que el hombre ha desaparecido de la faz de la Tierra para ser reemplazado por otras especies inteligentes: los pacíficos Anfibios, peludos y telepáticos; y los Moradores, unos trogloditas gigantes muy inteligentes dedicados a la investigación científica pero lastrados con un espíritu autodestructivo. El narrador de la historia -cuyo nombre nunca se nos revela- llega a ese futuro haciendo uso de una máquina del tiempo. Ha sido contratado por un científico con la misión de encontrar a sus predecesores, dos viajeros temporales que fueron enviados a ese periodo y que nunca regresaron.

En este futuro remoto el narrador se encuentra atrapado en un entorno grotesco plagado de peligros. Los Anfibios son hermafroditas, si bien su apariencia se le antoja femenina al protagonista. Cuando el viajero se encuentra con su primer Anfibio, éste se sorprende tanto que en un despiste es atrapado y devorado por una planta carnívora. Este suceso es el primero en una serie de acontecimientos que malogra las relaciones entre Anfibios y Moradores. Esperando reparar el daño causado, el narrador une esfuerzos con un grupo de Anfibios que tratan de rescatar a uno de los suyos, capturado por los feroces y retrasados Matadores. Elemento clave de la historia es el intento del protagonista para explicar su mundo a los Anfibios. En un momento determinado, se le permite "ver" en la mente de una de estas amables, hermosas e inteligentes criaturas; lo que "siente" le deja trastornado: para los Anfibios, no sólo mental y físicamente más evolucionados que el ser humano sino también moralmente, el narrador no es más que un ser inferior prisionero de "ciegas servidumbres y opresiones". Esta pesimista visión no es más que la plasmación de una idea muy común en los romances científicos de este periodo post-bélico: que el mundo humano no es más que un estadio intermedio en la evolución, y uno particularmente desafortunado, ni totalmente natural ni plenamente civilizado, siendo el propio hombre una criatura imperfecta a mitad de camino entre el simio y el ángel. En esta obra, Fowler Wright fue, no obstante, más claro que otros de sus colegas a la hora de expresar la degradación propia de ese vago y temporal estadio.

Aunque los Anfibios consideran inferior al humano lo acompañan en lo que resulta ser una aventura dantesca repleta de horrores y especies monstruosas. Es una aventura alegórica en la que se debaten filosofías encontradas de la vida y la moralidad. Los fríos y racionales Anfibios contemplan el mundo desde una perspectiva trascendental, mientras que los Moradores son emocionales e impulsivos.

"Los Anfibios" tuvo una segunda parte, "El mundo subterráneo" ("The World Below", 1929) que continúa la historia (inicialmente se planteó como una trilogía, pero la tercera parte nunca se escribió). Ambas se publicaron juntas, en 1929, en un solo volumen titulado igual que el segundo de los libros. Novela escrita a la sombra de la influencia de Wells, no llega a su altura. Carece de la emoción y, sobre todo, del ritmo ágil de "La máquina del tiempo", lo que no es de extrañar: aunque el libro fue escrito en la década de los veinte del siglo XX, su escritor había nacido en 1874 y su vocabulario, gramática y estilo eran netamente victorianos por lo que el lector de hoy puede encontrarla algo pesada de digerir. Además, aunque su contenido estaba influenciado por las nuevas ideas de Wells, tendía a expresarse mediante largas frases llenas de adjetivos que poco tenían que ver con el estilo limpio, conciso y moderno del famoso autor. También hay varias incoherencias, por ejemplo que aún cuando la misión inicial del protagonista consistía, como he mencionado, en la búsqueda de sus predecesores, para cuando se descubre lo que ha sido de ellos han pasado tantos capítulos sin que se les mencione en absoluto que la sensación que queda es que el propósito inicial no era más que una excusa vacía.

No existe tampoco demasiada pericia en la construcción de personajes. El único humano de la
novela es el narrador, lo que no da mucho juego en cuanto a interrelación con otros seres, y los diálogos son escasos, lo que calcifica y ralentiza el ritmo. Los villanos -criaturas de alas de murciélago-, son una especie simple y malvada que no merece la menor simpatía. Como los orcos de Tolkien, están más allá de toda redención. Hoy día semejante aproximación sería calificada de racista, o incluso nazi. Pero las obras pertenecen a su tiempo y en la época de Fowler Wright, por mucho que el genocidio armenio ya hubiera tenido lugar y fuera bien conocido en su momento, la sociedad todavía no había modificado su ideología respecto al siglo anterior. La Segunda Guerra Mundial se encargaría de eso. Después de ella, los escritores se lo pensarían dos veces antes de describir a una raza entera como perversa y merecedora de ser exterminada.

Aunque hoy no sea objeto de atención por parte de la mayoría de los comentaristas, en su momento "El mundo subterráneo" fue muy influyente y conocido. En una encuesta realizada en 1949 sobre los títulos imprescindibles de la CF ocupó el puesto nº 7; tres años más tarde, en 1952, el sondeo que llevó a cabo la revista Astounding entre sus lectores lo sitúo en un honroso nº 28. Recomendable para los estudiosos y grandes admiradores del género, en cualquier caso merece la pena ser reseñada en su calidad de importante obra de transición entre los romances científicos del siglo XIX y la ciencia-ficción moderna.

martes, 13 de marzo de 2012

1980-CUENTOS DE UN FUTURO IMPERFECTO - Alfonso Font


No es nada fácil contar una historia en cuatro o seis páginas, y menos una con enjundia. Para obtener un buen resultado, es imprescindible ajustar el ritmo a través de la paginación, los encuadres y el tamaño y forma de las viñetas, elegir las escenas y los diálogos precisos para definir los personajes y el avance de la acción y prescindir de lo superfluo, de todo aquello que no aporte información relevante a la narración. En el caso de los autores de comics, la cosa se complica aún más que en el de los escritores, puesto que las fechas de entrega y el formato de publicación son mucho más rígidos. En España nunca hemos andado cortos de guionistas y dibujantes especializados en esta difícil modalidad. Y de entre ellos destaca un nombre menos valorado de lo que se merece: Alfonso Font.

Efectivamente, Font es un ejemplo de ese refrán que reza "Nadie es profeta en su tierra". Autor completo de indiscutible pericia y profesionalidad, ha demostrado ser capaz de cambiar de registro temático con una facilidad y eficacia poco habituales. En su obra encontramos no sólo ciencia-ficción, sino historias costumbristas, aventuras de impecable corte clásico, tiras de humor, relatos policíacos, sagas históricas, westerns y thriller periodísticos o de espionaje. Y siempre con un extraordinario sentido de la narración y un dibujo que, no siendo particularmente espectacular o llamativo, es preciso, expresivo y perfectamente adaptado a la historia en todos sus elementos (diseño de los fondos, gestualidad de los personajes, descripción de la acción y desarrollo de la misma...). Con todo, su nombre nunca ha sido suficientemente reivindicado en su calidad de veterano y profesional contador de historias.

Fueron los primeros años ochenta los tiempos del boom de la ciencia-ficción en España, un campo que acogió a muchos autores y que les ofreció una puerta de entrada al mercado a través de publicaciones periódicas como "1984", la revista de Editorial Toutain especializada en el género. Hoy día apenas se publican álbumes de historieta recopilatorios de narraciones cortas. Era este un formato adoptado por conveniencia por los editores de las ya extintas revistas de cómic como sistema para completar huecos en el número mensual de turno, historias que acompañaban a aquellas firmadas por autores de prestigio con una extensión que obligaba a su serialización. Pero lo cierto es que en aquellas páginas "secundarias", "de relleno", se pudieron ver obras de una calidad igual o incluso superior a muchas de las "principales". Una de ellas fue la que ahora nos ocupa.

Publicada en la mencionada revista "1984" entre los números 22 y 40 como una serie de catorce historias cortas autoconclusivas en blanco y negro, "Cuentos de un Futuro Imperfecto" seguía el tono duro, afilado y profundamente pesimista de otra serie del mismo autor aparecida primero en "Creepy" y después en "Cimoc": "Historias Negras", uno de los comics más descarnados que he leído. En "Cuentos...", la cara más oscura de la cotidianeidad quedaba sustituida por el entorno futurista, los finales sorpresa y, ocasionalmente, el humor que, aunque negro, cruel y sarcástico, suavizaba algo el desesperanzado tono general.

En estas historias Font critica con acidez la estupidez humana en sus múltiples variantes,
planteando situaciones al tiempo cómicas y dramáticas de carácter universal por lo que su validez sigue siendo la misma más de treinta años después de su publicación: la tecnología que se vuelve contra sus creadores; las malas relaciones máquina-humano (ya sean aquéllas ordenadores o robots); el abuso de los grandes negocios y su indiferencia hacia sus empleados o la propia sociedad de la que se nutren; la incapacidad humana para aprender de los propios errores; la reproducción a nivel individual de los mismos comportamientos que lastran colectivamente al hombre como especie; la hipocresía despiadada y el ciego egoísmo de los más privilegiados; nuestra capacidad destructora del medio ambiente -ya sea terrestre o alienígena, intencionadamente o no- ... Aunque Font dispara en muchas direcciones (especialmente contra aquellos que ostentan el poder de una u otra forma) no hay ideología ramplona o proselitismo agresivo escondidos en estas historias, sino mera denuncia social y un llamamiento a la reflexión sobre la naturaleza de nuestra especie y el mundo que hemos construido (o que podríamos construir). También hay espacio para sentimientos más nobles, como demuestra la bella y al tiempo triste historia "Ojos Verdes", que en sólo seis páginas guía magistralmente al lector hasta su sorprendente pero inevitable conclusión; un relato que, hábilmente situado el último de la serie, arroja un mensaje de esperanza, de redención del ser humano.
Font demuestra que entiende a la perfección los resortes de la ciencia-ficción, creando una serie de historias inconfundiblemente adscritas al género pero al mismo tiempo accesibles y plenamente disfrutables por aquellos ajenos al mismo. La tecnología es omnipresente y fundamental como motor de los dramas, pero nunca llega a constituir un elemento tan opaco y extraño como para que el lector poco avezado en la CF se sienta perdido. Asimismo y siguiendo la línea inaugurada por Ridley Scott en la reciente "Alien" (1979), opta por un enfoque "proletario" del espacio: no hay aquí heroicos guerreros galácticos enfrentados a malvados alienígenas por el rescate de bellas princesas (de hecho, ese tema es parodiado en uno de los episodios, “La Gran Empresa”) sino operarios, obreros, "currantes" cumpliendo con su trabajo, un trabajo mal pagado, a menudo aburrido y poco reconocido, exento de todo glamour.

Por otro lado, la ambientación de las historias es también digna de mención. Lejos de construir
mundos futuristas livianos y luminosos, casi oníricos, en la línea de Moebius, o repletos de elegante parafernalia épica al estilo del Flash Gordon de Alex Raymond, Font decide poblar sus historias de intimidantes soldados espaciales fuertemente armados, maquinaria pesada, ajadas instalaciones de aspecto industrial, humanos y robots a mitad de camino entre lo realista y lo grotesco... todo ello ejecutado en un elaborado blanco y negro rico en texturas que resalta el carácter desalentador de la obra.

Por cierto, dos de estas historias ("Lluvia" y “Ciberiada” ) están protagonizadas por el genial dúo compuesto por dos "espacialistas", el reflexivo Clarke y el irascible e impulsivo Kubrick (el homenaje no puede ser más claro), dos "hombres para todo" con la habilidad de meterse de patas en las misiones menos apetecibles y los planetas más desagradables. La actuación de este dúo en esa historia sería tan memorable que algún tiempo después se convertiría en protagonista de sus propias aventuras en una serie de álbumes que comentaremos en otra entrada.

No era esta la primera incursión de Font en la CF. De hecho, para cuando empezó "Cuentos de un
Futuro Imperfecto", ya era un consumado veterano que había comenzado a publicar sus primeros tebeos con dieciséis años, en 1962. En España, sus viñetas encuentran acomodo en la editorial Toray, para saltar luego al mercado internacional (Europa, Estados Unidos, Sudamérica) a través de diferentes agencias. En 1975 se traslada a Francia, cuya dinámica industrial del comic le ofrece mayores oportunidades. Es en este momento donde toma contacto con la CF gracias a "Los Robinsones de la Tierra", guionizada por Roger Lécureux (1979-1982). Pero tampoco era lo que esperaba. Las injerencias editoriales y los desacuerdos con los guionistas le animan a volver a España en 1979 en lo que es su siguiente y más importante paso profesional: convertirse en autor completo, responsabilizándose tanto del guión como del dibujo de sus propias historias aprovechando el auge del comic adulto en nuestro país. Como todavía continúa trabajando para el mercado francés, sólo encuentra tiempo para dibujar historias cortas, formato que, por las razones arriba expuestas, interesa a los editores nacionales. Así comienza la publicación de "Historias Negras" primero y "Cuentos de un Futuro Imperfecto" después, todo ello cosechando un quizá inesperado éxito que le permitió consolidarse en el ámbito nacional y gozar de la libertad creativa que había perseguido.

En resumen, una obra de corte satírico a la española, ligera en su formato narrativo pero densa en su contenido, servida de la mano de un excelente profesional que ama, comprende y conoce la ciencia-ficción.