miércoles, 26 de marzo de 2014

1953- EL DOCTOR QUATERMASS (2)




(Viene de la entrada anterior)

“Quatermass II”, producido dos años más tarde del primer serial, fue encargado por la BBC a raíz del éxito de aquél en un valiente intento de recuperar parte de la audiencia que le había sustraído la cadena independiente ITV, fundada en 1955. Aunque Reginald Tate había sido seleccionado otra vez para interpretar a Quatermass, falleció poco antes de la emisión, por lo que hubo de buscarse un sustituto en la persona de John Robinson.

En esta ocasion, Kneale contó con más medios: una banda sonora editada en disco, un presupuesto más generoso de 7.500 libras y la participación del nuevo “Departamento de Efectos Visuales” de la BBC dirigido por Bernard Wilkie y John Kine. Así, Kneale y Rudolph Cartier –éste de nuevo como realizador- pudieron dar vida a una historia muy diferente de la anterior, aunque utilizando de nuevo la idea de la amenaza alienígena. En realidad, no se trata exactamente de una secuela de “El Experimento del Doctor Quatermass”, puesto que de ésta sólo se mantuvo el personaje protagonista, sin existir una sensación real de continuidad.



En los dos años transcurridos desde la emisión del primer serial, la exploración espacial se había convertido en algo más que un simple sueño. Aún quedaban por delante numerosos fracasos y frustraciones, pero a mediados de los cincuenta parecía claro que el espacio iba a ser la siguiente frontera a conquistar y numerosos científicos e ingenieros se hallaban ya trabajando con tal propósito. En ello encontró inspiración Kneale para esta segunda aventura de su ya famoso personaje: el doctor ha diseñado el ambicioso cohete Quatermass II con la intención de que sirva como primer paso para el establecimiento de una base en la Luna.

Sin embargo, en el curso de unas pruebas en Australia, el cohete explota matando a cientos de personas y poniendo un brusco y trágico punto y final a los sueños de Quatermass. Avergonzado, el doctor encuentra algo en lo que ocupar su mente: un militar le pide consejo acerca de unos meteoritos que han estado cayendo estado cayendo a la Tierra. Éstos resultan contener en su interior criaturas que se apoderan de los cuerpos y voluntades de seres humanos. Esto lleva a la paranoia, máxime cuando Quatermass descubre que aquellos a los que él está intentando avisar y que ocupan importantes cargos gubernamentales, ya están bajo control de los extraterrestres.

Es este un argumento que anticipa claramente el del film “La invasión de los ladrones de cuerpos” (1956). Sin embargo, lo que a Kneale le dolió fue el plagio que sus propios compatriotas hicieron para otra serie británica. “Creo que cierto número de cosas que aparecieron en “Doctor Who” fueron tomadas de mis historias”, diría Kneale más tarde. “Encendí un día la televisión ¡y me quedé horrorizado al ver prácticamente un episodio entero de los que yo escribí plagiado en el “Doctor Who”! “. Probablemente se estaba refiriendo a los primeros episodios del capítulo titulado “Punta de lanza desde el Espacio”, perteneciente a la etapa setentera del Doctor, en el que seres alienígenas en el interior de meteoritos tratan de conquistar el mundo según un plan muy parecido al ya mostrado en “Quatermass II”. No sería la última vez. Ideas presentadas por primera vez en la televisión por Kneale serían copiadas, intencionadamente o no, una y otra vez, por otros programas de ciencia ficción. Muchos episodios de “Expediente X”, por ejemplo, versan sobre temas similares, utilizando aproximaciones visuales equivalentes (se dijo incluso que el propio Kneale recibió la oferta de escribir para esa serie, aunque la rechazó).

Quatermass fue la primera serie de televisión de CF que introdujo una reflexión sobre el poder del
propio medio en un momento en el que éste era aún una novedad, reflejando la facilidad con la que la sociedad permite que la pequeña pantalla pueda transmitir imágenes inquietantes. En “El Experimento…” ya había introducido una escena en la que una unidad de televisión grababa el clímax accidentalmente. No sería la última vez que Kneale retomaría su preocupación por el poder de la pequeña pantalla. En 1954, la BBC tuvo el acierto de elegirlo para adaptar la novela “1984” de George Orwell, una historia en la que el control social a través de las “telepantallas” juega un papel fundamental. En “Quatermass and the Pit”, el cable instalado por unos periodistas ávidos de noticias despierta una inteligencia espacial aletargada en una nave enterrada que transmite impulsos genocidas. Kneale nunca aprobó lo que se hizo con su último guión de CF para la película “Halloween III: Season of the Witch” (1982), pero sus reparos hacia la explotación capitalista del medio televisivo queda reflejada en el momento en el que una compañía “activa” a sus asesinos enmascarados a través de la televisión.

La preocupación de Kneale acerca del potencial subversivo de la televisión le llevó a escribir un tipo de ciencia ficción políticamente incisiva. “Quatermass II”, sobre una fábrica secreta de comida sintética –en realidad una base para el “organismo colonizador extraterrestre”- suscita el temor a la invasión cultural: un antiguo pueblo es sustituido por una nueva ciudad, y su comunidad se ve amenazada por las técnicas subversivas de lavado de cerebro organizadas por el gobierno.

También las ansiedades propias de los tiempos de guerra planeaban sobre sus ficciones. La utilización por parte de los alienígenas de posters reminiscentes de los usados en la propaganda bélica inglesa resultaría familiar aún a mucha gente que vivió aquellos años y les mostraría, ya en tiempo de paz, la inmoralidad y parcialidad de este tipo de prácticas. El hecho de que el argumento guarde más de una similitud con la novela de James Bond “Moonraker” (Ian Fleming, 1955), en la que una base de cohetes financiada por el gobierno resulta estar dirigida por nazis, apunta a que se trataba de un tema todavía pertinente a mediados de los cincuenta. La utilización que Kneale hace de lo alienígena como un reflejo de la propaganda británica, el colonialismo y la modernidad, se hace evidente cuando Quatermass averigua que las instalaciones extraterrestres se asemejan a la base lunar que él mismo había planificado, mientras que la explosión de su defectuosa astronave lo convierte más en un anti-héroe que en un ídolo de la era nuclear.

“Quatermass II” se estructuró en la forma de seis episodios de treinta minutes de duración emitidos
los sábados por la noche. Si aplicamos estándares actuales, la calidad narrativa no ha aguantado bien el paso del tiempo: los diálogos, como la banda sonora, es artificiosamente dramática y los actores, a menudo se equivocaban o se pisaban unos a otros, todo ello consecuencia de su emisión en directo. Hay soliloquios grandilocuentes y pausas dramáticas, cargas heredadas probablemente de los seriales radiofónicos. Los efectos siguen siendo de calidad mediocre, aunque el realizador se mostró más atrevido, insertando metraje previamente grabado entre las tomas en directo y haciendo uso de más escenarios tanto en estudio como en exteriores. No debió resultar nada fácil coordinar este tipo de programas para su emisión en directo.

En esta ocasión la audiencia se mostró algo dividida: a algunos les encantó su emocionante trama y sus efectos especiales, mientras que otros lo criticaron precisamente por considerar su argumento torpe y propio de un comic barato de terror. Sea como fuere, su popularidad fue suficiente como para que en 1957, la Hammer decidiera hacer una adaptación de la misma, de la cual hablaremos más adelante.

Casi simultáneamente a la emisión de “Quatermass II”, la Hammer estrenó su adaptación del primer serial bajo el título “El Experimento del doctor Quatermass”. Aunque ese estudio de origen británico había venido produciendo films desde los años treinta, su agitada historia nunca le había permitido llegar muy lejos. Declaró la bancarrota en 1937, después vino la guerra y cuando fue refundada a mediados de los cuarenta por James Carreras y Anthony Hinds, su ajustado presupuesto y por consiguiente la imposibilidad de contratar a estrellas de renombre, la dejaron confinada a la producción de cintas baratas que rellenaban los huecos en las fechas de estreno de compañías más importantes. Empezó esta nueva etapa adaptando seriales radiofónicos de la BBC y produciendo comedias, musicales y thrillers de serie B. Poco a poco, Hammer Film Productions fue haciéndose un hueco en el panorama cinematográfico inglés.

Pero fue la adaptación de uno de aquellos seriales, “El Experimento del doctor Quatermass”, emitido dos años antes por la BBC, la que daría al humilde estudio su empujón definitivo, convirtiéndose en su primer éxito internacional e inaugurando su decantación por el terror, la fantasía y, en mucha menor medida, la ciencia ficción. Dos años más tarde comenzaría a rodar en color películas de terror en las que recuperaba los mitos clásicos del género (“La maldición de Frankenstein”, “Drácula”..), dando así el paso hacia la inmortalidad –al menos en el corazón de los aficionados-.

El trasvase de Quatermass al ámbito cinematográfico se aprovechó del resurgimiento del cine de
ciencia ficción durante los años cincuenta. No fue accidental que esa década fuera testigo de una auténtica explosión de cine de este género así como de la publicación de magníficas novelas hoy ya clásicas. Esa década tuvo al público norteamericano y británico fascinado con la ciencia, sus posibilidades y sus peligros como nunca antes en la historia de la Humanidad. Así, la producción de obras de ciencia ficción en los más diversos soportes respondió directamente a tal interés.

Los bombardeos atómicos sobre Japón al final de la Segunda Guerra Mundial, seguidos rápidamente por el desarrollo de las aún más mortíferas bombas de hidrógeno por parte de Estados Unidos y la Unión Soviética, abrieron los ojos de la opinión pública al hecho de que la Ciencia, por primera vez, nos había puesto en las manos el medio con el que, literalmente, autodestruirnos. Por otra parte, y especialmente en Norteamérica, influyó la proliferación de una inmensa cantidad de electrodomésticos de alta tecnología (incluyendo ese maravilloso aparato, la televisión) que transformaron la vida cotidiana; al mismo tiempo, los avances en ingeniería aeroespacial hacían que la exploración del universo cercano pareciera menos un tópico de la ciencia ficción y más una realidad cercana.

En concreto, “El Experimento del Doctor Quatermass” fue la primera incursión del cine británico –con la excepción de la olvidable “Devil Girl from Mars” de 1954- en el subgénero de la invasión alienígena, subgénero que ya contaba, al otro lado del Atlántico, con varios ilustres representantes, como “El Enigma de Otro Mundo” (1951), “Llegó del más allá” (1953) o “La Guerra de los Mundos” (1953) sin contar los muchos imitadores de éstos.

La historia de la película, obviamente, guarda muchas similitudes con la del serial. Comienza con un cohete estrellándose en la campiña inglesa. Se trata del ingenio tripulado enviado al espacio por los británicos y, cuando las autoridades consiguen abrir la esclusa de acceso, se encuentran con que dos de los astronautas han desaparecido y el único superviviente, Victor Carroon (Richard Wordsworth) ha quedado en coma. Ya en el hospital y despierto, su extraño comportamiento apunta a que su cuerpo y su mente han sido invadidos por un ser alienígena que le está mutando. Asustado, escapa de su confinamiento y siembra el pánico por Londres mientras su transformación se acelera hacia un estado que le permitirá diseminar multitud de esporas, poniendo en peligro toda la vida humana. El doctor Quatermass (Brian Donlevy), responsable del programa espacial, será quien dirija la caza del hombre.

“El Experimento del Doctor Quatermass” fue un buen trabajo de adaptación y expansión del serial
televisivo a un formato en el que podía disponerse de un presupuesto más abultado. Todo lo que ha quedado de aquel serial original han sido dos episodios. Hasta que en 2005 se lanzó una edición en DVD, no había existido forma alguna de comparar la película con el serial más allá de leer el guión original de Nigel Kneale, que apareció publicado en forma de libro en 1959. Algunos fans veteranos insisten en que la versión televisiva era mejor, pero no hay forma de saber si esta afirmación está sustentada por un análisis riguroso o es que la imposibilidad de acceder al material original ha mejorado artificialmente su reputación.

Por su parte, la película aportó más escenas rodadas en exteriores y mejores efectos especiales además de permitir una aproximación más ambiciosa a la historia. Por ejemplo, el serial alcanzaba su clímax con Quatermass hablando con el
monstruo y convenciendo a los fagocitados astronautas en su interior para que afirmaran sus respectivas personalidades, mientras que el film construye un final más emocionante en el que el científico incinera a la criatura recurriendo a la electricidad.

El director Val Guest crea escenas de una belleza siniestra e incómoda y consigue equilibrar con acierto y sensación de amenaza inminente el contraste entre la muda y torturada interpretación de Richard Wordsworth, desconcertado y aterrorizado por su metamorfosis, con las reacciones de aquellos que interaccionan con él, como esa niña a la que encuentra y con la que construye una escena que remite claramente a “Frankenstein” (1931) de James Whale.

Aunque “El Experimento Quatermass” carece de la complejidad argumental de posteriores trabajos de Kneale y adolece de una puesta en escena ocasionalmente risible y conceptos inverosímiles (un cohete casi intacto después de un accidente devastador, la errática transformación de Carroon, la imposible autoridad depositada en Quatermass por un gobierno ausente), tanto ella como sus secuelas, Quatermass II (1957) y “Quatermass and the Pit” (1967, titulada en España “¿Qué sucedió entonces?”), despliega una inventiva e inteligencia de la que carecían muchos relatos de ciencia ficción del momento.

Pero Kneale no quedó satisfecho con el resultado, especialmente en lo que se refiere al casting del
actor norteamericano Brian Donlevy para el papel de Quatermass –papel que, como veremos, retomaría para la versión de la Hammer de “Quatermass II” en 1957-. En 1951, la Hammer había firmado un contrato con el productor americano Robert Lippert para la distribución y producción de sus respectivas películas. Lippert insistió, como clave para la aceptación de las películas inglesas en Estados Unidos, en la inclusión de actores americanos en las cintas de la Hammer. Ese fue el motivo de que Donlevy resultara elegido para interpretar al muy inglés Quatermass.

Y es en la interpretación de Donlevy donde reside la principal diferencia entre el Quatermass televisivo y el cinematográfico. Tanto en el serial como en otras películas de la saga, Quatermass es una variación del estoico hombre de ciencia británico (como el Van Helsing encarnado por Peter Cushing en los films de Drácula de la Hammer o el propio Doctor Who): un sabio que combina ciencia, talento y seguridad en sí mismo para proyectar la luz de la razón sobre las tinieblas de la superstición. Por desgracia Donlevy dio vida a un científico enérgico, competente, osado y confiado en el poder de la ciencia, sí, pero también frío, arrogante, incapaz de la menor empatía emocional y despiadado, una especie de perro de presa insensible que no gustaba a nadie.

Así, en la película, Quatermass es un individuo dominado por su propio ego, ladrando órdenes a
diestro y siniestro y tratando con despotismo a sus subordinados. Tiene líneas de diálogo como “Si tuviera que esperar un permiso oficial, no haría nada. Tardó demasiado, así que tomé mis propias decisiones”; o consuela a la esposa del astronauta con un argumento tan desprovistos de piedad como “Algunos de nosotros tenemos una misión. Debería estar orgullosa de tener un marido que está dispuesto a arriesgar su vida por el resto del mundo”.

Es, en general, un personaje mucho más desagradable y antipático que el que Kneale había creado originalmente para la versión televisiva, lo que llevó al guionista a renegar del actor: “Por entonces (Donlevy) andaba muy apurado y no le importaba el trabajo que hiciera. Se tomó muy poco interés por la película o el papel que interpretó. Fue uno de esos casos de “toma el dinero y corre”.

Le gustara a Kneale o no, “El Experimento del doctor Quatermass” marcó un antes y un después en el cine de ciencia ficción británico. Sin el éxito cosechado, la Hammer no habría podido producir luego las muchas cintas de Drácula y Frankenstein por las que es más recordada. 




(Continúa en la siguiente entrada)

1 comentario:

  1. LAS PELICULAS DE QUATERMAS (LA DOS PRIMERAS) LAS VI EN EL CICLO DE CINE QUE TIENE LA TV PUBLICA Y LA TUMBA A LA ETERNIDAD (LA DE LA NAVE QUE APARECE EN EL SUBTE DE LONDRES) LA VI EN EL CINE.
    SIN DUDAS, JUNTO A DR. WHO, QUATERMASS ES UNO DE LOS GRANDES CLASICOS DE LA CIENCIA FICCION INGLESA.

    ResponderEliminar